En el mundo actual, basado en pantallas, puede parecer que dependemos casi exclusivamente de lo que vemos. El gusto, el tacto y el aroma parecen jugar un papel menor en nuestras vidas diarias. Pero no es así.
En realidad, confiamos en todos nuestros sentidos para informarnos sobre nuestro entorno, así como para regular nuestro estado de ánimo y físico. Sorprendentemente, el más poderoso de nuestros sentidos no es la vista, sino el olfato. Un aroma particular puede alterar el estado de ánimo, evocar recuerdos e incluso determinar nuestra elección de pareja, sin que nos demos cuenta. (Recordemos que al llegar al mundo por primera vez, la vista no era precisamente nuestro sentido predominante).
El olor es la clave
El experimento realizado por el zoólogo Claus Wedekind en la Universidad de Berna (Suiza) dejó bastante clara la importancia del influjo aromático en relación con la elección de pareja. Un grupo de mujeres tenían que asignar grados de atractivo sexual a partir del olor de unas camisetas que habían llevado durante dos días hombres que no conocían. Lo sorprendente fue que las voluntarias no tuvieron ningún problema en hacer esa clasificación de manera concluyente.
El experimento de las camisetas sudadas –como suele denominarse– realizado en 1994, reveló que un factor coincidía casi siempre con la clasificación: las mujeres elegían a los varones con mayores diferencias en los genes del llamado complejo principal de histocompatibilidad (MHC, por sus siglas en inglés): Cuanto más distinto es el MHC entre los progenitores, mayor resistencia inmunitaria a las enfermedades tendrán los hijos que conciban.
Posteriores estudios han corroborado también que nos atrae el aroma de aquellos con quienes sería mejor idea, genéticamente hablando, procrear.