Cuando pensamos en la Antigua Grecia, algunas de las primeras imágenes que se nos vienen a la mente son, sin duda, las esculturas. Severas, soberbias y aparentemente milenarias; una tras otra, cientos de esculturas griegas se alinean en los pasillos de galerías internacionalmente reconocidas, como estandartes de un esplendor perdido con el paso de los años.
Sin embargo, aunque podría parecer que todas éstas son obras originales, algunos de los íconos más representativos de la Grecia Clásica no lo son. Por el contrario, se fabricaron en talleres especializados por aprendices, como parte de una amplia tradición que existía en aquella región de copiar a los grandes maestros de la época.
El inicio
Una de las premisas de la expansión territorial de Alejandro Magno fue establecer las bases del helenismo en todos sus territorios. A pesar de que el conquistador permitía que los usos y costumbres de cada lugar se mantuvieran en medida de lo posible, parte de la estrategia consistía en hacer que todos entendieran las mismas referencias a través de un lenguaje simbólico, visual y estructural.
Fue así como, desde Macedonia hasta Egipto, los maestros escultores empezaron a seguir una misma línea estética, la cual plasmaba los valores que Magno había aprendido de Aristóteles.
En la imitación está el arte
Este fenómeno es bien conocido entre los historiadores del arte en la actualidad. Al respecto, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York detalla que, desde finales del siglo IV a.C, esta fue una manera de legitimar el proceso de expansión de Roma.
No obstante, la imitación del canon y las esculturas griegas no se detuvo ahí.
Imitando a los maestros clásicos
La tradición de imitar a los grandes maestros del pasado no se limitó al esplendor del Imperio Romano, ya que artistas de la Ilustración en el Reino Unido y Francia quisieron aplicar las mismas técnicas escultóricas siglos después. Pero al contrario de los romanos, estas copias no eran de carácter comercial.
“Los primeros moldes creados no fueron por motivos comerciales, sino científicos. Los eruditos querían estudiar a los antiguos…Más tarde, todos querían estatuas para decorar sus lugares”, explica Stelios Gavalas, escultor y director de un taller legal de imitación en Atenas.