Además de su trabajo como artista visual, en una empresa dedicada a los castings en el mundo cinematográfico, Natalia Martínez usa el performance como su principal herramienta.
En los últimos meses ha explorado a través de su expresión artística la percepción de su cuerpo y, en general, la percepción de cuerpos similares al de ella en la sociedad.
Después de vivir rechazo, bullying y un escrutinio exacerbado a su alimentación y su aspecto, decidió provocar a través del performance una reflexión más profunda.
El punto de no retorno en su carrera ocurrió a finales de 2018, en la presentación de Cuatro México, una pasarela de cuatro diseñadores nacionales en la que Arrogante Albino, el colectivo de artes vivas en el que trabaja la artista, hizo la dirección de la pasarela. Esta comenzaba con el telón abriéndose para darle paso a Natalia sola, desnuda, acostada en un escenario frente a 200 personas.
La artista dice que ese acto le tomó semanas de ataques de pánico y nervios hasta que entendió que nunca iba a sentirse del todo cómoda con la idea, pero que tenía que hacerlo.
"Intuía que era algo importante, sobre todo porque en el contexto de la moda mi cuerpo no existe, mi cuerpo no cabe ni siquiera en la categoría de plus size, mi cuerpo es horrible para los estándares de belleza de la moda", explica.
En busca de un espacio seguro
Natalia siempre quiso ser artista. Desde niña estudió teatro, danza, pintura y música. Cuando llegó el momento decidió estudiar cine en la Universidad de Guadalajara, pero al salir de la carrera se sintió sin las bases suficientes para dedicarse a algo que le apasionara.
"Hasta que descubrí mi discurso personal fue cuando comencé a desarrollar mi propuesta artística, cuando estudiaba cine no tenía muy claro quién era yo. Me alejé mucho del cine y regresé al teatro, sucedió muy naturalmente con Arrogante Albino", cuenta.
La compañía nació como un espacio de entrenamiento actoral convocado por el actor español radicado en Guadalajara Alejandro Mendicuti, que luego se convirtió en un laboratorio para la obra Compartimos el Planeta con los Mamuts, así surgió el colectivo que para Natalia ha sido un espacio seguro y de descubrimiento artístico.
A partir de la pandemia, Arrogante Albino se puso en pausa y Natalia comenzó a mirar hacia sí misma y su trabajo en solitario.
"Entré en esta crisis de creación que tenía varios años de querer hacer cosas y no hacerlas por insegura y por desidia. Comencé un proceso terapéutico que desató muchas cosas y conocí la teoría gorda", explica.
Teoría gorda se le llama a una postura que se niega a pensar los cuerpos fuera de la norma como algo malo, se ha escrito desde los años 70 en Estados Unidos, las personas que escriben al respecto en Latinoamérica lo hacen desde hace poco.
Desde Virginie Despontes, en Teoría de King Kong; la escritora Roxane Gay, en Hambre, o la argentina Magdalena Piñeyro, en Stop Gordofobia, el tema ha cobrado una gran importancia como parte de los diálogos feministas del siglo 20.
"Comencé a leer cosas que sentí que yo había escrito, fue automático el cruce en mi cabeza: de repente me di cuenta de que no estaba sola, empecé a leerme en palabras de otras personas. Se abren puertas y ventanas que no puedes volver a cerrar", expresa la artista.