Una palabra brota de inmediato de la boca de Guillermo Maldonado (México, 1945): "Necedad".
Y a esa obstinación debe su camino en la danza, comparte en entrevista vía telefónica.
"En el mundo de la danza sobrevivimos por necios", zanja el formador de bailarines y maestros.
Durante 34 años ha sostenido el Conservatorio de Danza, que abrió en 1985 en la Colonia Campestre Churubusco, al sur de la Ciudad de México, y que ahora opera en la Florida.
"He dedicado la vida a la enseñanza", dice quien el viernes recibió el Reconocimiento Danza UNAM 2020 junto a Jaime Blanc, en una ceremonia virtual.
Por el arte del movimiento dejó aparcada la carrera de Contaduría, dice, y aún se siente orgulloso de la decisión.
"Ser maestro es un premio de la vida también", asegura. "(Los alumnos) dicen que soy muy exigente, (pero) me dicen: 'Gracias, maestro', porque realmente logran cosas; les interesa bailar también, y yo me veo reflejado en ellos. Caí en la danza por algo que no sé, seguí y seguí, y sigo aquí en la necedad, como les digo".
Recuerda que por unos amigos supo de unas clases gratuitas de teatro en el Instituto Israelita y lo animaron a inscribirse juntos, pero Maldonado no podía acompañarlos, pues tenía una entrevista de trabajo en una tienda. Y para qué están, si no, los amigos, quienes se encargaron de inscribirlo... en clases de danza.
"Dije: '¡Cómo!'. Yo ni sabía que existía la danza", rememora Maldonado.
Empezó con las clases de técnica Graham con Eva Robledo, pero cuenta que una tarde, cuando el elevador no servía y tomó las escaleras para bajar del cuarto piso donde tomaba sus sesiones, lo detuvo el sonido de un piano. Era el piano para las clases de danza clásica, algo desconocido para el joven Maldonado. La maestra Myrna Villanueva lo interceptó y lo invitó a ese otro mundo.
"Mis compañeros y yo éramos tres tarántulas. Empezamos a ir a la clase y descubrí otra vida", comparte.
Villanueva le confesaría después: "Lo que es la vida: No creíamos en ti". Y es pensaba que la danza sería sólo un hobbie para Maldonado, pero el fue necio y, como narra, siguió y siguió.
Luego llegó a las clases del Ballet Concierto de México por consejo de uno de sus maestros.
"Yo lo veía demasiado pretencioso, pero ahí voy", cuenta. Y después de unos cuantos meses, Felipe Segura lo invitó a bailar por primera vez: debía sustituir en la difícil "Mazurka", de Coppelia, a un compañero enfermo, e irían a un programa en Televisa.
"Sentí que se me cayó el cielo encima", evoca. Y es que en los meses previos se había aprendido los pasos, pero nunca había pensado en bailarlo en una función. "Tienes que seguir ensayando", le dijo Segura. Y eso hizo en su casa, seguir ensayando.
"Siempre decía: 'No me escogieron por bueno, sino por necio'". Recuerda que grabaron durante la noche y terminaron en la madrugada. Cuando regresó, extenuado, en casa no le creyeron, pensaban que se había ido de fiesta. Ese fue su debut.
También con la misma agrupación se estrenó en un foro, en el Teatro de los Insurgentes, con Los patinadores y Café Concordia.Maldonado bailó también con el Ballet de los Cinco Continentes, formado para las Olimpiadas Culturales del 68, cuyas coreografías coordinó Amalia Hernández. Ya formaba parte entonces de la primera compañía del Ballet Folklórico de México.
Por aquella época también trabajó en un hotel en Las Vegas, y cuando regresó a México empezó a hacer teatro musical pero sin dejar de tomar clases de ballet.
Vino una buena racha de trabajo, en un periodo de idas y venidas de la Compañía Nacional de Danza, tomando sesiones de jazz e impartiendo ya cursos.
A mediados de los años 80, empezó a rondarle la idea de una escuela. En la cabeza traía la experiencia en Nueva York, en la época cuando bailaba en Ballet Concierto, en que por recomendación de Segura acudió a un conservatorio de danza de un maestro ruso, y decidió que así llamaría a su escuela de Campestre Churubusco, que aún lidera y donde entrena a bailarines profesionales como a personas que simplemente quieren estar bien, tener un cuerpo entrenado.
Estos meses de pandemia, dice, han sido duros. Como escuela particular, sus únicos ingresos son las cuotas por las clases. Pero sigue en pie.
"La necedad de los bailarines nunca se nos va a quitar".