El invierno se presenta incierto a ojos de los epidemiólogos y los virólogos.
La amenaza de una posible convergencia de varios virus respiratorios, como el coronavirus, la gripe y el virus respiratorio sincitial, los mantiene alerta, pero sin mucho más margen de maniobra que la espera y la vigilancia epidemiológica proactiva.
Aunque la pandemia va de bajada, las restricciones sociales más duras han decaído y apenas se mantiene el uso de la mascarilla en interiores y la recomendación de mantener la distancia social. El cubrebocas fue, precisamente, una de las medidas que ayudó el invierno pasado a mantener a raya el virus de la gripe, común en los meses más fríos del año y desaparecido en 2020.
Este año nadie sabe con certeza qué va a pasar: puede haber una convivencia de los tres virus hasta la imposición de dos o uno solo de ellos. Los epidemiólogos del mundo urgen, en cualquier caso, a iniciar la campaña de vacunación contra la gripe en los grupos vulnerables cuanto antes y a mantener las medidas de protección individual para minimizar el riesgo de contagio.
El gran temor de algunos expertos, recogido en un informe de la Academia de Ciencias Médicas del Reino Unido, es que tras casi dos años con una presencia de la gripe baja o nula, la inmunidad adquirida contra este virus se haya perdido o debilitado. Esto implicaría que habría mucha más población susceptible y un mayor riesgo de otra gran epidemia si consigue penetrar el virus.