La historia de la lucha por salvar al rinoceronte blanco de la extinción está llena de contrastes.
Este enorme mamífero, considerado como el segundo animal terrestre más grande del mundo, se divide en dos subespecies: el rinoceronte blanco del norte, que solía extenderse por la sabana del Congo, Sudán y Uganda; y el rinoceronte blanco del sur, cuyo hábitat incluye territorios de países como Sudáfrica, Botsuana, Zimbabue y Namibia.
Varias décadas atrás, ambas subespecies de rinoceronte blanco estuvieron al filo de la extinción. Afortunadamente, los esfuerzos por salvarlos de la caza furtiva, su principal amenaza debido al alto valor comercial que tienen sus cuernos en el mercado asiático, prosperaron en el caso del rinoceronte blanco del sur; sin embargo, la historia fue distinta para el rinoceronte blanco del norte.
En diciembre del 2014, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) dio a conocer que sólo quedaban vivos cinco ejemplares de esta especie (cuatro hembras y un macho) y catalogó al rinoceronte blanco del norte en peligro crítico de extinción. Un año después, dos hembras de este selecto grupo murieron y las posibilidades de salvar a estos mamíferos se redujeron drásticamente. Finalmente, el último macho murió en marzo del 2018 sin haberse reproducido con alguna de las hembras restantes, situación que condenó a la subespecie a una virtual desaparición.
No obstante, aún existen un par de ligeras y últimas esperanzas para salvar al rinoceronte blanco del norte. La primera de ellas consiste en encontrar algún ejemplar macho en estado salvaje, una posibilidad remota debido a que la UICN ha confirmado en varias ocasiones que los rinocerontes blancos del norte están, posiblemente, extintos en estado silvestre. La segunda esperanza radica en que un grupo de biólogos y conservacionistas intenten realizar una fertilización in vitro. Esto sería posible gracias a que los expertos recolectaron varias muestras de espermatozoides una vez que los últimos ejemplares machos murieron.
Actualmente, existen algunos embriones congelados en espera de su implantación en una hembra de rinoceronte blanco del sur, la especie más parecida a los del norte. La mala noticia es que, tanto los espermatozoides, como los óvulos son limitados y el proceso para su desarrollo in vitro aún no está del todo claro.