El auditor puede tener una relevancia tan importante como el mismo gobernador, el presidente de la cámara o el presidente del tribunal, sin embargo, ha sido relegado a un simple títere de intereses políticos que no benefician a los ciudadanos que pagamos su salario.
Históricamente las malas prácticas, los procesos amañados y la conveniente falta de información para los ciudadanos de a píe, han hecho de este cargo un puesto más en la estructura burocrática que paraliza al Estado de México.
Nada más que flojera y desdén por la política sienten los ciudadanos por la elección del auditor, cuando realmente la función del titular del Órgano Superior de Fiscalización es verificar que cada peso que tiene el gobierno mexiquense sea gastado en proyectos, obras, servicios que beneficien a los ciudadanos y no solamente a unos cuantos que manipulan el poder mexiquense.
Los diputados de la 4T tienen en sus manos la oportunidad de ungir al nuevo auditor como un ente independiente, autónomo y desligado de todo órgano político y electoral, que realmente fiscalice las cuentas públicas de los gobiernos estatales y municipales, así como de las estructuras autónomas.
Confiamos que este cambio sí se realice y no se utilice como un cheque al portador político o como arma para manipular conciencias en las siguientes elecciones, ya que nuevamente esto no beneficiará a los ciudadanos, sino otra vez a unos pocos.
Los retos a los que se enfrentará el nuevo auditor serán innumerables, pero el principal es crear la certeza en los ciudadanos de que el dinero público es utilizado en nuestro beneficio.