A lo largo de la historia han existido infinidad de casos en los que las personas ponen sus recursos al servicio de los animales, y el ejemplo más reciente de ello sucedió en Rusia, donde, sorpresivamente, unos gatos que residen en el Museo del Hermitage formaron parte del testamento de un hombre.
Estos simpáticos felinos que habitan en el enorme sótano del emblemático recinto, recibieron en los últimos días una herencia por parte de un sujeto no identificado, quien quedó cautivado por ellos durante sus visitas al museo. Desafortunadamente, esta persona perdió la vida, no sin antes otorgar una parte de su legado a los michis que viven en este lugar.
De acuerdo con medios rusos, el hombre, de nacionalidad francesa, antes de morir dejó dividido su patrimonio en tres partes.
“Dividió su herencia entre sus parientes cercanos, una organización ambiental francesa y los gatos del Museo del Hermitage, aunque la parte de los gatos es pequeña en comparación con las dos primeras”, declaró Maria Haltunen, secretaria de prensa del museo, mediante un comunicado.
Tanto Haltunen como Mikhail Piotrovsky, director general del espacio museístico, indicaron que la noticia de la herencia para los mininos los tomó por sorpresa; sin embargo, agradecieron el gesto infinitamente: “Nuestro amigo francés hizo algo muy bueno. Son buenas relaciones públicas para los gatos y para la caridad”, explicó Piotrovsky.
Los gatos del Museo del Hermitage
Los gatos del Museo del Hermitage, ubicado en San Petersburgo, representan toda una tradición para el recinto. Se tiene registro de que estos mininos han vivido dentro y en las inmediaciones del lugar desde la época de la emperatriz Isabel, quien reinó el país europeo entre los años 1741 y 1761.
Años después, Catalina La Grande, quien fuera la siguiente gobernante de la nación eslava, le otorgó a los mininos el estatus de “Guardianes de las Galerías de Arte”, pues estos eran los encargados de ahuyentar a los roedores que amenazaban las obras y piezas artísticas.
En la actualidad, hay cerca de 50 gatos habitando el sótano y los alrededores del Museo. Los felinos sobreviven gracias a las donaciones voluntarias y son cuidados por el personal del recinto, además de que un veterinario especialista los revisa con frecuencia.