Ninguna especie gatuna envuelve tantos mitos y leyendas a su alrededor como el mau egipcio, que presume ser la representación real del dios Ra y cuya historia inició durante la época de los faraones.
De acuerdo con la organización The Cat Fanciers Association (CFA), el registro de gatos con pedigrí más grande del mundo, estos felinos son usualmente reconocidos por su hermoso pelaje, así como por su buen temperamento hacia las personas y capacidad de socialización.
“El patrón de piel de este gato resulta bastante similar al de un jaguar, sólo que en lugar de ser amarillos con manchas negras, resalta un hermoso pelaje gris con pecho blanco y rosetas oscuras. Este animal de compañía también es ferozmente devoto de sus humanos y posee uno de los maullidos más agradables para nuestro oído”, se lee en el sitio web de CFA.
Respecto a su origen, la misma institución explica que el mau egipcio recibió tal nombre en honor al dios del Sol, de la Fertilidad y la Fecundidad: Ra. Prueba de ello es que “El Libro de los Muertos”, texto funerario del Antiguo Egipto, contiene el siguiente versículo: “Este gato macho es el mismo Ra, y será llamado como mau”.
Tras desempeñar mútiples tareas en la antigua civilización egipcia, poco a poco la especie comenzó a ganar gran popularidad a nivel europeo; sin embargo, los estragos de la Segunda Guerra Mundial casi lo llevan hacia la extinción.
Resulta que en aquellos tiempos, los criadores italianos de estos mininos tomaron una serie de medidas para asegurar su preservación y a partir de la época de la posguerra surgió la etapa moderna.
Después de recuperar su población, el gato mau egipcio conquistó otras partes del mundo, entre ellas el continente americano; lo anterior de la mano de la princesa rusa Nathalie Troubetzkoy, quien arribó a Estados Unidos en 1956 y traía consigo tres ejemplares para su crianza.