Tomando en cuenta diversos estudios, se estima que la domesticación de los gatos se dio hace aproximadamente 10 mil años. Desde entonces, las dimensiones de los gatos domésticos, incluido su cerebro, se han encogido por el contacto íntimo establecido con nosotros los seres humanos.
Aunque hoy en día se cuenta con un amplio registro de aquellos cambios fisiológicos que los mininos han sufrido tras su domesticación, hasta hace no mucho se sabía poco o nada acerca de cómo estos animales obtenían sus características rayas.
Sin embargo, recientemente se consiguió evidencia genética que explica este patrón en el pelaje.
Para ello, un equipo de investigadores de la revista científica Nature tomó una muestra de la piel de embriones; y a partir de ésta, descubrió que la expresión genética del patrón en el pelaje depende de cómo se desarrolle el feto del gato en el vientre de su madre.
“Las células embrionarias tenían entre 25 y 28 días de desarrollo. Al mirar las estructuras en el microscopio, nos dimos cuenta de que algunas áreas en la piel estaban interlineadas con áreas más delgadas”, escribieron los autores.
Coincidentemente, explican, el patrón anterior se parecía a la coloración de un gato atigrado adulto; no obstante, dicha condición no se limita a éstos últimos. Por el contrario, se extiende a patrones de color “más intrincados”.
En otras palabras, los embriones de gato adquieren sus manchitas, rayas y color de pelo durante el embarazo gracias a la mutación genética conocida como inhibidor de Wnt., la cual únicamente trastorna los patrones de color del animal, sin afectar otras partes de su cuerpo como órganos, músculos o sistemas vitales.
Así como las rayas de los gatos domésticos aparecen en el proceso de gestación, los científicos piensan que esta evidencia también arroja nueva información sobre cómo los leopardos adquieren sus icónicas manchas; por lo cual, es probable que el mismo fenómeno genético se repita en los embriones de otras especies de felinos.