A diferencia de otros cánidos como los lobos o los zorros, los perros ladran. Se trata de una evolución adaptativa a su convenciencia con nosotros los seres humanos, misma que se ha producido a lo largo de su proceso de domesticación, que abarca entre los 30 mil y 50 mil años.
Para Marcos Villén, veterinario en etología clínica del Centro Katu Horia, en Gipuzkoa, municipio de España, los caninos se comunican mediante el ladrido y su lenguaje corporal; sin embargo, intentar descifrar dicho sonido sería como interpretar la interacción humana con emojis, a los cuales les hace falta entonación, expresividad o emoción.
“Los perros pueden transmitir diversos mensajes a través de su ladrido: llamar la atención; advertir de un peligro; expresar que tienen miedo; saludar; ganas de jugar; ansiedad por separación; confusión; e incomodiad”, explica el especialista.
El ladrido del ejemplar y su comportamiento, añade, se encuentran determinados por diferentes factores, entre ellos la genética; el entorno donde viven; el aprendizaje obtenido; el estado hormonal; y la salud.
No obstante, Villén destaca que existen ciertas situaciones en las que el ladrido compulsivo representa una señal de un problema de comportamiento; dificultad de adaptación a los entornos urbanos y formas de vida humana; exceso de soledad; y ansiedad por separación, los cuales requieren sí o sí de una consulta con veterinarios.