Aproximadamente hace 12 mil años inició la relación del ser humano con los gatos. A partir de ese momento, estos pequeños felinos comenzaron a interactuar con hombres y mujeres, sobretodo cuando se dejó el nomadismo y se dio paso a otras actividades como la agricultura.
Con el paso del tiempo, dicho animal también avanzó culturalmente, ya que algunas civilizaciones se inspiraron en él para dar forma a seres divinos. Incluso, la historia ha justificado que el Día Internacional del Gato tenga tres espacios en el calendario.
El 20 de febrero, el 8 de agosto y el 29 de octubre hacen del minino al ejemplar doméstico más celebrado anualmente; y como es de suponerse, existen razones para que cada una de las fechas señaladas tenga el mismo sentido.
En el caso específico del Día Internacional del Gato que se celebra el 29 de octubre, es decir, este fin de semana, su origen se debe a una propuesta de Collen Paige, una especialista en el cuidado de mascotas, quien estableció esta definición en Estados Unidos, pero luego su influencia se extendió a otros países hasta alcanzar la condición que tiene actualmente.
Ahora que sabemos la historia y a modo de celebración, en este espacio decidimos hablar de Aoshima o coloquialmente llamada “La Isla de los Gatos”, un territorio japonés dominado por estos felinos.
Ubicado al sur de aquel país asiático, Aoshima se encuentra habitado por más de 120 gatos, los cuales arribaron gracias a la tradición de pesca en Japón, pues fueron los pescadores quienes introdujeron a estos peludos acompañantes.
Sin embargo, con lo que no contaban es que una vez en la isla, los felinos comenzaron a reproducirse sin control, a tal punto que los michis actuales son considerados como salvajes, toda vez que el contacto humano cotidiano es únicamente con los turistas que visitan la isla.
Hoy día, los gatos rondan libremente por las calles, habitan las casas abandonadas y son la principal atracción turística del antiguo pueblo pesquero, el cual, durante la década de los años 40, contaba con alrededor de 900 habitantes, quienes abandonaron sus hogares producto de la Segunda Guerra Mundial.