Hace aproximadamente mil 200 años, un gato estuvo amasando con sus patas una jarra de barro mientras ésta se secaba, dejando así la evidencia más antigua registrada de este particular comportamiento felino.
La histórica pieza, que conserva la delicada huella del minino, fue encontrada por arqueólogos durante la excavación del Monte Sión, en Jerusalén.
“El recipiente, recién hecho por un alfarero, permanecía con su superficie húmeda y maleable, lo que creó las condiciones perfectas para que el gatuno dejara su marca en un momento en el que se sentía seguro y contento…Mientras el objeto se secaba bajo el sol, el animal aprovechó para marcar su huella justo antes de ser horneado”, describe la hipótesis de los investigadores.
“Este momento podría haber surgido de un instante de relajación, cuando el ejemplar se acomodó en el borde de la jarra, quizás ronroneando para aprovechar el sol”, explica.
Una vez analizada la jarra con más detalle, se determinó que la misma fue fabricada durante el siglo IX, lo cual sitúa al peludo autor en la época del califato abasí, dinastía que reemplazo a los omeyas para gobernar gran parte del Imperio islámico.