Actualmente, la industria cementera en México se encuentra implementando innovaciones para reducir su impacto ambiental, entre ellas el desarrollo de cementos con menor huella de carbono; el uso de combustibles alternos; la optimización de la eficiencia energética; y la alineación de sus operaciones acorde la Agenda 2030 de la ONU y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El primer paso hacia el cambio verde sucedió el año pasado, cuando la Cámara Nacional del Cemento (Canacem), tomando como referencia las emisiones registradas en 2016 y lo establecido en el Acuerdo de París, presentó la Hoja de Ruta México – FICEM: “Hacia una Economía Baja de Carbono”, en la cual la industria se comprometió a reducir para finales de la década la emisión directa de dióxido de carbono en, al menos, un 17%.
Pero eso no fue todo, pues también se fijó la meta de aumentar la tasa de co-procesamiento de residuos hasta en un 32% y reducir a un 66% el contenido promedio de “clinker”, producto que suele molerse para la fabricación de cemento.