Actualmente, poco más de 850 especies de animales y vegetales corren el riesgo de desaparecer debido a la expansión urbana.
De acuerdo con un equipo de científicos de la Universidad de Yale, las regiones más amenazadas corresponden a la África sahariana, América del Sur, Mesoamérica y Sudeste asiático. En ese sentido, los especialistas prevén que esta pérdida masiva de la biodiversidad ocurrirá en menos de 30 años.
Sin embargo, también señalaron que todavía existe una manera de evitar esta situación. Aunque en las próximas tres décadas se estima un aumento en la población mundial de 2 mil 500 millones de personas, la manera en la que se acomoden para vivir será el punto central para no destruir el hábitat de otras especies.
“Comprender los impactos de la urbanización y la expansión de la tierra urbana asociada sobre las especies es vital para una planificación urbana informada que minimice la pérdida de biodiversidad”, escribieron los autores.
No obstante, lo que más le preocupa al equipo de científicos es que algunas de las especies animales que ya figuran en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Naturaleza estarán “desproporcionadamente representadas” entre las más gravemente dañadas. Sí, el escenario es delicado pero no todo está perdido.
Para contrarrestar los efectos desastrosos de la expansión urbana en el planeta, los autores se dieron a la tarea de diseñar un “Mapa de la Vida de Yale”, el cual, básicamente, es una colección de datos sobre la distribución de las especies que será utilizada para supervisar, investigar y crear políticas de protección.
En éste se contemplan alrededor de 30 mil especies diferentes que, de una manera u otra, se han visto afectadas por la pérdida de áreas naturales.
Al respecto, Karen Seto, catedrática en la Escuela de Medio Ambiente de Yale, explica que las ciudades también pueden ser parte de la solución: “Podemos construir ciudades de forma diferente a como lo hemos hecho en el pasado. Pueden ser buenas para el planeta, pueden salvar especies y pueden ser centros de biodiversidad”.
Finalmente, los científicos afirman que el verdadero cambio estará en que las políticas de construcción realmente se basen en la ciencia para que las urbes del futuro tengan un efecto positivo en la naturaleza.