Fue el pasado 19 de septiembre, aproximadamente a las 14:13 hrs (tiempo local), que el volcán Cumbre Vieja, ubicado muy cerca de la localidad El Paraíso en la isla española de La Palma, comenzó a hacer erupción.
Nueve días después, el río de lava del volcán finalmente llegó al mar en la costa del municipio de Tazacorta. A raíz del contacto de la lava con el agua emergieron una serie de emisiones de gases muy peligrosos que poco a poco se han ido desplazando por las corrientes de aire.
A partir de este suceso, el satélite Copernicus Centinela de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha estado al pendiente de los cambios en la atmósfera que se producen por las exhalaciones del volcán. Y de acuerdo con los últimos reportes, la enorme nube de dióxido de azufre (SO2) ha continuado avanzando por el océano Atlántico rumbo al Caribe.
Según un análisis publicado por el científico Mark Parrington, el pasado domingo 3 de octubre la columna de gases alcanzó Puerto Rico y seguiría avanzando hacia Cuba.
Posteriormente, el director de la organización venezolana Azul Ambientalistas, Gustavo Charrasquel, confirmó que la nube de SO2 llegó a Sudamérica, específicamente a Venezuela. Pero afortunadamente, ésta se ha ido desplazando a una altura de 5 kilómetros, por lo que no estaría produciendo efectos directos a nivel superficie.
En ese sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que las concentraciones de dióxido de azufre a niveles superficiales, en periodos promedio de 10 minutos, no deberían superar los 500 microgramos por metro cúbico.
Diversos estudios afirman que las personas que tienen asma experimentan cambios en la función pulmonar y síntomas respiratorios tras la exposición de esos niveles. Mientras que a nivel general, la inhalación de SO2 puede provocar tos, secreción mucosa e incluso, bronquitis crónica.