A diferencia de lo que pensaba el artista francés Auguste Rodin, las “Puertas del Infierno” están en Turkmenistán, un país localizado en Asia Central.
“Las Puertas del Infierno” no son un par de bisagras colosales de hierro, cuidadosamente trabajado, que dan paso al inframundo. En su lugar, se trata de unas fauces pronunciadas con 20 metros de profundidad, las cuales emiten llamas hacia las alturas.
Ubicado en el corazón del Desierto Karakum, el también llamado Cráter Darvaza no es una formación geológica natural, pues se abrió a causa de la actividad humana, y hoy en día representa un peligro para los intereses, el medio ambiente y la salud del mencionado país. Por este motivo, las autoridades ya trabajan en un plan para extinguir su incansable fuego.
“Estamos perdiendo valiosos recursos naturales de los que podríamos obtener ganancias significativas y utilizarlos para mejorar el bienestar de nuestra gente”, declaró recientemente el presidente Turkmensitán, Gurbanguly Berdymukhamedov.
No obstante, a pesar de que el gobierno local tiene claro lo qué quiere hacer, esta decisión no ha sido bien recibida por la comunidad científica internacional, en especial porque, a raíz de las perforaciones, cortesía de la Unión Soviética, resulta muy probable que otros cráteres similares se formen en la provincia desértica.
Aunado a ello, todavía no existe una solución viable para apagar las llamas de “Las Puertas del Infierno”. Prueba de ello es que personas que sí han bajado hasta las entrañas del lugar aseguran que las soluciones “lógicas” son inútiles.
“Entonces, incluso si tuviera que extinguir el fuego y cubrirlo , cabe la posibilidad de que el gas aún pueda salir a la superficie y todo lo que se necesitaría es una chispa para encenderlo nuevamente”, explicó al respecto George Kourounis, un explorador reconocido por ser la primera persona en bajar al fondo del pozo en noviembre de 2013.