Vienen de todos lados. De los coches que pasan a más de 80 kilómetros por hora; de la infraestructura pública; de los espectaculares y los anuncios en potentes colores de neón. Gracias a ellos, la noche, para algunos insectos y sus crías, ya no es un espacio de descanso ni les sirve para orientarse con las luces milenarias de la Vía Láctea. Por el contrario, la contaminación por luces LED está interfiriendo con sus ciclos de vida naturales, e incidiendo con su desarrollo saludable.
Ejemplo de ello son las polillas, las cuales, comúnmente, buscan el calor que necesitan en las luces de la calle, además las utilizan como fuente de energía en las noches, de manera que gracias a ellas pueden seguir con sus actividades durante la madrugada. Sin embargo, el brillo constante del alumbrado público y los espectaculares les cansa, las aturde y en algunos casos, les impide regresar a sus refugios.
Un estudio reciente publicado en la revista científica Science reveló que las carreteras en el Reino Unido con más luces prendidas toda la noche albergan un 52% menos orugas de polilla que “los parches oscuros adyacentes”. Tal situación llevó al equipo de científicos británicos a ligar la contaminación por luces LED a la marcada disminución en la población de polillas en el país.
Para la investigación, Douglas Boyes, entomólogo del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido, junto con sus colegas, se dieron a la tarea de comparar 27 tramos de carretera aparentemnte idénticos. No obstante, algunas partes no estaban del todo iluminadas como otras durante la noche, por lo que mejor decidieron enfocarse en observar el comportamiento de las orugas.
En una misma noche, los investigadores recolectaron cerca de 2 mil 500 ejemplares muertos a causa de la contaminación por luces LED. Los análisis posteriores revelaron que este fenómeno se intensificó debajo de los tramos iluminados toda la noche, mientras que hubo una tendencia menos agresiva en los espacios más oscuros.
Cabe mencionar que los pocos ejemplares que se encontraron con vida estaban “anormalmente gordos”, lo que podría indicar otro efecto nocivo de esta iluminación en los insectos nocturnos.
Gracias a estos resultados, el grupo de expertos concluyó que la luz artifical no es sana para los insectos nocturnos. Y es que además de interferir directamente con su orientación, inhibe sus rituales de apareamiento y cortejo. Por si fuera poco, también impiden que éstos lleguen a las flores y especies vegetales que polinizan.