No es ningún secreto que el trabajo más solicitado en la parte posterior de la nave de Sonora dedicada al esoterismo y medicina tradicional es el amarre, ritual que varía según la persona que lo practica y tiene que tiene como único objetivo: conseguir que una persona se enamore de quien solicita el hechizo y mantener su interés.
A pesar de que un sinfín de rituales que se practican en el Mercado de Sonora tienen su origen en el conocimiento y los distintos sistemas de creencias de culturas prehispánicas –o bien, el sincretismo entre éstas y el cristianismo–, la realidad es que la mayoría de quienes los realizan dentro del mercado, llevan a cabo una forma de apropiación cultural descontextualizando la práctica y, al mismo tiempo, engañan a los visitantes más incautos sobre su eficacia para generar ganancias.
Desde hace al menos una década, las pistas para entender la drástica disminución de las 58 especies de colibríes que existen en México guían hacia el comercio ilegal con fines rituales. El tráfico de esta ave no sólo se concentra en territorio nacional, también se importan cientos de cadáveres para ser utilizados principalmente en los Estados Unidos, en rituales similares o relacionados con el vudú y otros sistemas de creencias. Según una investigación de Rene Ebersole para National Geographic, periodista independiente cuya línea de trabajo durante los últimos dos años es el tráfico de aves, un colibrí muerto puede valer 50 pesos y un amarre con ambas aves, hasta 600 en el Mercado de Sonora.
El tráfico de esta ave no sólo se utiliza en los amarres. Según la creencia popular respaldada por algunos locatarios, consumir el corazón hervido de un colibrí es un remedio altamente efectivo para distintas cardiopatías y otras enfermedades, e incluso controlar el trastorno de epilepsia.
Los usos de las plumas, el corazón y la totalidad de los colibríes son tan amplios como la imaginación de los vendedores, que comercializan hechizos a costa de las prácticas de culturas milenarias, aprovechándose de la desesperación, superstición o ignorancia de los compradores y lucrando con especies en peligro de extinción.