La campeona olímpica, Rosa María Flores Buendía, quien marcó historia en la justa de Barcelona 1992, cuando el frontón era considerado dentro del calendario de competencias en la modalidad de exhibición, habló de la oportunidad que tuvo para vivir una experiencia única.
“Como siempre lo platico, para un deportista es lo máximo estar en una olimpiada. Para nuestro deporte fue una sorpresa, algo que no esperábamos, pero, al mismo tiempo, sabíamos que si nos tocaba, había que disfrutarlo al máximo, había que prepararnos. Para nuestro deporte, fueron los mejores cuatro países los que estuvieron presentes; fue una época llena de torneos”, expresó la jugadora.
“Estar allí fue un sueño, con la responsabilidad de traer los mejores resultados. Gracias a dios se logró el oro; en la cancha sentía los nervios al máximo; juegas contra ti misma, contra el público, porque la final fue contra España, y eso conlleva a que afecte el resultado. Por eso, debía de estar enfocada; mi compañera estaba enfocada”, agregó.
La pelotari mexiquense platicó cómo heredó el amor por esta disciplina de su madre y abuelos, y cómo su familia ha sido parte fundamental para que ella cumpliera sus sueños deportivos: “Yo nací dentro de una familia frontenista. Mi mamá fue jugadora profesional, mi tío fue a campeonatos mundiales, mi abuelo jugó en la industria militar, primero a mano y luego con raqueta; mi abuela también jugaba. Todos practicamos frontón”, detalló Flores Buendía.
Rosa María rememoró que, en un principio, jugaba contra varones porque este deporte, en la rama femenil, no tenía tanta participación. Eso la llevó a ser pionera en los Campeonatos Mundiales, donde ya se consideraba a las mujeres en 1988, cuando jugó en la categoría juvenil y ganó la medalla de oro.