Jannik Sinner, a sus 23 años, ha sido protagonista de uno de los casos más recientes de dopaje en el tenis. En abril de 2024, el número 1 del mundo dio positivo por clostebol en un control antidopaje durante el torneo de Indian Wells. Sin embargo, un tribunal independiente determinó que la contaminación fue accidental, causada por un miembro de su equipo, lo que le permitió seguir compitiendo sin sanción. Este episodio destaca en un deporte que ha tenido múltiples escándalos de dopaje.
El dopaje en el tenis no es un fenómeno nuevo. María Sharapova, por ejemplo, confesó en 2016 haber consumido Meldonium, un medicamento que fue prohibido ese mismo año. La sanción de dos años que recibió dejó una mancha en su carrera, afectando su rendimiento y su reputación. A pesar de su retorno, el caso de Sharapova es un recordatorio del impacto que puede tener una violación de las normas antidopaje.
Uno de los casos más sonados fue el de Andre Agassi, quien reveló en su autobiografía que había consumido metanfetaminas y marihuana durante su carrera. Aunque nunca fue sancionado por estos actos, su confesión posterior generó un gran revuelo en el mundo del tenis. Agassi es un ejemplo de cómo el dopaje puede ocultarse durante años, solo para emerger más tarde, cuestionando la integridad del deporte.
Otros tenistas como Mats Wilander, acusado de consumir cocaína, e Ignacio Truyol, implicado en el consumo de esteroides anabolizantes, también forman parte de la historia del dopaje en el tenis. Estos casos, junto con el reciente de Sinner, subrayan los desafíos constantes que enfrenta el deporte para mantener la competencia justa y limpia.