Toda respuesta se reduce a algo, en este caso, a la genética de cada individuo, que influye en cómo nuestros cerebros procesan las bebidas frías y de sabor amargo, como en el caso de la cerveza.
La publicación Live Science llegó al fondo del enigma, después de analizar estudios y hablar con una experta en el tema, con sede en Nueva York.
Uno de los cuatro ingredientes esenciales de la cerveza es el lúpulo. Científicamente conocida como Humulus lupulus, esta planta aporta distintos sabores a la cerveza, incluido el amargor.
Asimismo, el sabor amargo de una cerveza depende del estilo deseado y las decisiones tomadas durante el proceso de elaboración.
Por otro lado, el sabor amargo es uno de los cinco sabores que las células dentro de nuestras papilas gustativas pueden percibir (los otros son dulce, salado, ácido y el umami). Una vez que las papilas gustativas identifican los sabores específicos, los receptores del gusto envían estos datos a través de los nervios al tronco encefálico.
En realidad, estamos programados para asociar el sabor amargo al disgusto, del mismo modo que percibimos el dulzor como agradable. Nuestras bocas han evolucionado para contener 25 receptores del amargor, en comparación con solo dos para lo salado. Las variaciones genéticas en las papilas gustativas que tiene cada persona significan que algunos de nosotros somos extremadamente sensibles a la amargura.