Entre las leyendas medievales, uno de los pasajes más conocidos es el de la gran espada hincada sobre una roca que solo el legítimo rey de Inglaterra podía desclavar. Pese a que muchos caballeros intentaron arrancarla con todas sus fuerzas, solo Arturo, una y otra vez y sin aparente esfuerzo consiguió liberar el arma de su prisión.
En Italia, hay dos lugares con cruces enterradas en las rocas que inevitablemente hacen viajar en el tiempo y rememorar las leyendas del rey Arturo. La primera está en la Toscana, cerca de Chiusdino (provincia de Siena) y la abadía dedicada a San Galgano que permanece en ruinas. El caballero Galgano vivió una vida de excesos hasta que se le apareció el arcángel Gabriel, lo que él consideró una señal para poner fin a su vida de duelos caprichosos y sus noches de vino y mujeres.
Cuenta la leyenda que se dirigió hacia una luz en el horizonte y sobre un montículo clavó su espada. Allí se alzaría la ermita y, posterior, la abadía que ahora es solo un montón de ruinas. Sin embargo, si se penetra en la iglesia se ve la espada, con el pomo de la empuñadura redondo y el tope formando una cruz, ya que ese era el simbolismo que quería remarcar el que, más adelante, fue el primer santo, cuya canonización se llevó a cabo por un proceso formal.
La leyenda es muy conocida entre los estudiosos de la historia italiana, los cuales recurren frecuentemente a la pinacoteca de Siena para contemplar una piedra de mármol labrada en la que se reproduce el momento en el que Galgano clavó la espada sobre la roca.
San Galgano y Terminillo
La espada de San Galgano da para fantasear. Hay quien se ha atrevido a afirmar que, en realidad, se trata de la original Excalibur, la legendaria pieza del Rey Arturo. Otros, en tanto, sostienen que no son más que rumores. No obstante, un grupo de científicos de la Universidad de Pavía certificó en 2001 que la composición y la edad del metal si correspondían con la época en que San Galgano habría realizado la acción, a principios del siglo XII.
Una situación similar habría pasado con la espada que está clavada en Terminillo, en los montes Abruzos. En este caso, según explican los expertos, se trataría del arma dejada por unos caballeros templarios a principios del siglo XIV, cuando la orden pasaba sus peores momentos por la persecución del Rey Felipe IV de Francia.
En ese lugar, los vecinos de las localidades cercanas colocaron placas para rendir homenaje a la espada clavada en la roca. Ahí mismo, antiguamente, coincidían cinco términos: Rieti, Cittaducale, Micigliano, Borgovelino y Castel Sant'Angelo, por lo que el emplazamiento era conocido como los Cinco Confines.
Hasta hace pocos meses, en un montículo sin arbustos en plena estación de esquí, la empuñadura de una espada, que estéticamente tenía muchas similitudes con la de San Galgano, asomaba de una roca, a pocos metros de la carretera asfaltada.
La leyenda explica que cinco de los caballeros templarios, como acto formal para dar por disuelta la orden tras haber fracasado, además, en la defensa de Jerusalén, la dejaron allí, inmovilizada en la piedra.
Las disputas entre hospitalarios y templarios, así como la influencia extraoficial que estos habían obtenido en toda la Cristiandad habría hecho temer tanto al Rey de Francia como al papa Clemente V por el significado de perder poder, por lo que entre ambos resolvieron disolver y perseguir a los caballeros del Temple.
Según informaron los medios italianos, en el verano pasado alguien se fijó que la empuñadura de la espada había desaparecido, aunque la hoja sigue incrustada en la piedra. Sin embargo, se desconoce si fue un vandalismo o un "caballero templario" con ganas de recuperar su arma.