Si viajas a Roma y no le temes a la muerte, entonces conviene que te dirijas al número 27 de Via Veneto, una de las calles más elegantes de la capital de Italia. En esa dirección se encuentra la Chiesa di Santa Maria Immacolata, o Iglesia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. El recinto es mejor conocido como la Cripta de los capuchinos en Roma.
En la parte baja de este recinto religioso existe una zona que está dedicada a la muerte. El visitante de mirada y estómago fuertes descenderá a una cripta donde descansan los cadáveres de casi 4.000 frailes. Sus esqueletos adornan las paredes y los techos. Incluso las ornamentadas lámparas de araña están hechas de huesos.
No se trata de una iglesia cualquiera. Es un edificio histórico de los frailes capuchinos, una orden católica fundada en el siglo XVI. Estos frailes vestían únicamente túnicas marrones y hacían votos de pobreza, castidad y obediencia.
Visitantes distinguidos
Diversas personalidades a lo largo de la historia han visitado la Iglesia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción para contemplar en vivo el espectáculo de la muerte. Uno de los que se llevaron mayor asombro fue el Marqués de Sade cuando dijo que “nunca había visto nada tan sorprendente”.
En 1867, el escritor estadounidense Mark Twain también estuvo en este lugar y dijo: “¡Aquí había un espectáculo para nervios sensibles!”.
En la actualidad, unos 200 mil visitantes llegan cada año para presenciar este siniestro espectáculo. Una parte de lo recaudado en la taquilla de la iglesia y el museo al cual pertenece se destina a los capuchinos de todo el mundo y al mantenimiento de las obras de arte del lugar.
El sentido de la muerte en la cripta de los capuchinos en Roma
No es de extrañar que este recinto muestre a la muerte como la protagonista absoluta. Para los capuchinos no hay que temer el fin de la vida, ya que la vida eterna espera a todos los que aceptan a Cristo. Según sus creencias, la muerte no es algo que haya que temer, sino más bien abrazar.
El propósito de la cripta refleja de manera fiel estas creencias. Pretende que los visitantes se sientan cómodos con la mortalidad. Existen otras criptas capuchinas, en Palermo (Italia) y en Viena, que más o menos persiguen el mismo propósito. Sin embargo, la de Roma es la más espectacular de todas.
La iglesia data de 1631. En dicho momento se planteó una cuestión: ¿qué hacer con los restos de los clérigos enterrados en el antiguo convento capuchino? De esa manera se decidió desenterrarlos y guardarlos en una cámara bajo la nueva iglesia. Durante más de un siglo, los frailes capuchinos de todo el mundo fueron enterrados allí.
Un santuario artístico
Sin embargo, no se sabe quién ni en qué momento, alguien decidió reacomodar los restos humanos a modo de decoración y hacer de la cripta no solo un santuario de muerte sino también de arte.
Así es como los huesos, los cráneos, las costillas y demás piezas conforman una obra de arte extraña pero, sin duda, hermosa. De esa manera, el visitante puede ser testigo de objetos inverosímiles como un marco de puerta hecho de mandíbulas y vértebras, un falso reloj hecho de huesos de pies y dedos, y un cráneo del que emergen dos alas.
El artista o los artistas que acomodaron los restos lo hicieron de manera no solo minuciosa sino con un sentido de la estética y el significado muy avanzado. Debieron emplear meses o años en encontrar la pieza perfecta que encajara en la otra para crear un universo homogéneo y coherente.
La cripta es un amable y hermoso recordatorio de que todos tenemos una cita ineludible con la Muerte. Mientras el momento llega, observemos lo que hay a nuestro alrededor para gozar de estos momentos efímeros y lugares tan impactantes como la Iglesia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción.
Fuente: Muy Interesante