Este 2020 ha convertido en el Grinch incluso a personas que solían disfrutar de las Navidades. Sin embargo, hay quienes no están dispuestos a dejar que ninguna pandemia les arruine la decoración, los pastelitos y la felicidad de regalar y ser regalados. Ya llegará el momento de volver a reunirse con sus seres queridos; mientras tanto, seguirán exprimiendo los pequeños momentos que les brindan estas fiestas. Todos ellos son un claro ejemplo del espíritu navideño en el cerebro.
Sí, suena raro, pero es así. Al igual que el amor, el placer y otras tantas emociones, este órgano también controla nuestro gusto por las fiestas navideñas. Lo demostró en 2015 un equipo de científicos de la Universidad de Copenhague en un estudio publicado por The British Medical Journal.
Localizando el espíritu navideño en el cerebro
Dinamarca es un país con tradiciones navideñas muy arraigadas. Durante estas fechas, los daneses hacen gala de su gran dominio del hygge, palabra utilizada, tanto por ellos, como por los noruegos, para definir un estado de ánimo basado en la comodidad, el bienestar y la satisfacción. Los ambientes cálidos, iluminados con velas o pequeñas lucecitas son uno de los ejemplos más comunes de este fenómeno. Casi se podría decir que allí siempre es Navidad.
Esta es la razón por la que Dinamarca resultaba ser el lugar perfecto para realizar este estudio sobre el espíritu navideño en el cerebro. En él participaron veinte personas, diez de ellas celebraban habitualmente la Navidad y las otras diez eran indiferentes a las tradiciones de estas fiestas.
A todos ellos se les mostraron una serie de imágenes, algunas neutrales y otras parecidas, pero con contenido navideño. Mientras tanto, se les realizó un análisis de su actividad cerebral, mediante una prueba conocida como imagen de contraste dependiente del nivel de oxígeno en la sangre (BOLD), que mide el aumento del flujo sanguíneo local desencadenado por el metabolismo neuronal, por lo que puede servir para localizar zonas activas del cerebro. Todas resultaron ser diferentes en cada grupo de voluntarios.
La clave está en las neuronas
Al ver las imágenes navideñas, quienes solían celebrar esta fiesta mostraron una mayor actividad en la corteza motora sensorial, la corteza motora primaria y premotora, y el lóbulo parietal, tanto inferior, como superior. Entre otras, estas regiones se asocian con el control de funciones como la espiritualidad o el reconocimiento de las emociones faciales. Habían logrado identificar el espíritu navideño en el cerebro, como una especie de surtidor de emociones positivas que se activa en diciembre.
Este año, nuestros cerebros están teniendo que lidiar con otros muchos estímulos. Puede que algunos sean más fuertes e interfieran con el resto. Por eso han aparecido los Grinchs de pandemia. Pero todo cambiará.
Si todo marcha bien, el próximo año, las neuronas de estas personas volverán a “vibrar” en estos puntos ante la imagen de abetos, belenes y brillantes paquetes de regalos. Y posiblemente será así porque esta Navidad, en contra de lo que hubiésemos esperado cuando todo empezó, hemos tenido el más deseado de los regalos: varias vacunas que han llegado para ayudarnos a salir de este trance. Puede que no nos guste prescindir de algunas reuniones, pero el espíritu navideño también consiste en cuidar y dejarnos cuidar.