Ni fue descubierta, ni fue explorada, América ya existía cuando Cristóbal Colón llegó a estas tierras, por lo que es un error referir que este explorador genovés descubrió un nuevo continente, tan no es así que este lugar no lleva su nombre, lo que sí representó el 12 de octubre fue el contacto entre diferentes maneras de pensar, de ver la vida y de desarrollar conocimiento, que al tiempo se fusionaron.
Marcelo Ramírez Ruiz, del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL), y Patrick Johansson, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), coincidieron en que América no era una nueva tierra –porque ya estaba ahí–, ni fue descubierta, sino que, como señaló Edmundo O’Gorman, fue “inventada”.
Al respecto, Ramírez Ruiz explicó que, en sentido estricto, este “nuevo espacio” no existió antes de 1507, cuando el cartógrafo alemán Martín Waldseemüller nombró así al continente, con base en los argumentos de Américo Vespucio, quien demostró que los territorios encontrados no eran las Indias.
La posibilidad de hallar otro mundo, nuevo o distinto –recordó–, fue posible gracias a la búsqueda, en diferentes etapas y autores de la antigüedad griega y romana, de un orbis alterius, de una terra australis, una tierra antípoda, incógnita, donde la realidad sería inversa, poblada de monstruos y salvajes. Es decir, el sitio de las alteridades europeas. Así, el nuevo continente se consideró endemoniado y brutal, pero al mismo tiempo paradisíaco y utópico.
¿Cómo se pensaba el 'nuevo mundo'?
En esa época, si bien la razón parece triunfar en muchos ámbitos del conocimiento, los esquemas del pensamiento escolástico prevalecen. La astrología, la cognición nocturna y “diabólica” que nutren a la magia y las leyendas, determinan todavía aspectos importantes de la vida de Occidente, señala Johansson. “El Dorado”, “Cathay” y demás espejismos contribuyeron tanto a los descubrimientos como la carabela, la brújula o las cartas de navegación.
Al parecer, Cristóbal Colón no fue el primero en arribar a estas costas. Según especialistas como Gustavo Vargas, el viaje colombino se hizo “con mapa y bitácora”, es decir, con ayuda de información estratégica.
Se sabe que para prever sus travesías, el almirante, quien era más medieval que moderno y se sentía instrumento de la Providencia, utilizó varias fuentes informativas, como la Historia rerum ubique gestarum del papa Pío II, y la Imago Mundi, del cardenal francés Pierre d'Ailly. Pero debió tener más conocimientos.
Las otras investigaciones
Algunos autores refieren la existencia de una serie de viajes anteriores a los del genovés. El propio Vargas refiere la existencia de un documento de Henricus Martellus, en 1489: una primera carta donde se distingue la “cuarta península asiática”, conocida como “la cola de dragón”, que bien podría ser el perfil atlántico del Brasil. Diferentes viajeros contribuyeron al conocimiento cartográfico de las rutas oceánicas, la dirección de los vientos, las señales terrestres y otros elementos prácticos para la navegación, mencionó el académico de la FFL.
Los registros gráficos más detallados fueron considerados secreto de Estado y pasaban a formar parte del Padrón Real, resguardado en la Casa de Contratación de Sevilla.
Se desconoce cuántos viajes se efectuaron a suelo americano antes de la expedición española, incluidos los realizados por vikingos, sobre todo noruegos y daneses, señaló el integrante del IIH.
Lo cierto es que luego de haber sido rechazado por los portugueses, a principios de 1485 Colón llegó a Castilla. El 20 de enero del siguiente año los reyes católicos lo recibieron por primera vez, en Alcalá de Henares, Madrid, y nombraron una junta de expertos para valorar el proyecto.
La voz de la ciencia le fue contraria una vez más. Tras varias tentativas, sus planes tuvieron éxito. En un acto personal, los monarcas decidieron respaldarlo. El 17 de abril de 1492 firmaron las Capitulaciones de Santa Fe o documento-contrato que estipulaba las condiciones con que el navegante haría el viaje.