A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud estima que aproximadamente 1300 millones de personas viven con alguna forma de deficiencia visual . Aunque la mayoría de ellos tienen más de 55 años, hay 19 millones de niños y niñas en el mundo con problemas de visión pero, también según la OMS, entre el 70 y el 80% se pueden prevenir o curar si se diagnostican a tiempo. Si esto no ocurre, las consecuencias afectan al desarrollo físico y social: un 80% de los problemas de aprendizaje en niños es causado por deficiencias visuales.
Pero aunque haya voluntad de resolverlo hay dos obstáculos. Uno de ellos es la edad. “Estamos hablando de niños muy pequeños, menos de 3 años de edad o con problemas de desarrollo – nos explica Marta Ortín, ingeniera e investigadora postdoctorado en la Universidad de Zaragoza – y no se les puede hacer una exploración habitual, es decir mostrar una letra o un dibujo. Y el otro problema es que en el protocolo pediátrico, el control de la vista no entra hasta los 3 años y en ese momento ya puede ser tarde”.
Para intentar resolver esto, Ortín, junto a Victoria Pueyo, oftalmóloga del Hospital Universitario Miguel Servet, han creado DIVE Medical, una startup que ha desarrollado el software DIVE (Dispositivos para un Examen Visual Integral) que permite monitorizar y rastrear la mirada de cada ojo del paciente mientras sigue los estímulos diseñados específicamente para probar diferentes aspectos de la función visual. Esto por sí solo ya es un importante avance respecto a cómo se hacían los exámenes hasta hace muy poco.
“Antes, el oftalmólogo se ponía delante del paciente – añade Ortín en conversación telefónica – y le enseñaba unos estímulos, diseñados décadas atrás. Los resultados eran muy poco objetivos y no se podían repetir. Sin embargo, el dispositivo que hemos diseñado es una pantalla en la que mostramos dibujos diseñados específicamente y añadimos eye tracking (rastreo ocular), lo que significa que el sistema sabe a qué punto de la pantalla está mirando el paciente. A partir de esto podemos establecer un análisis mucho más preciso”.
Es en este momento cuando llega la inteligencia artificial. DIVE Medical se unió a Huawei y al Instituto Investigación Sanitaria Aragón (IIS Aragón) para crear el siguiente paso: Track AI. La idea es sencilla: utilizar la capacidad de análisis y aprendizaje de la inteligencia artificial para descubrir patrones no solo en el ojo sino también en el movimiento ocular y entonces dar los resultados y, al mismo tiempo, el diagnóstico.
“El análisis por sí mismo – señala Ortín – nos da información muy valiosa pero que hay que interpretar. Gracias a la IA podemos llegar más allá. Analizamos los patrones de mirada para no solo extraer la información sino para indicar también la probabilidad de que tenga una patología determinada”.
Lo interesante de esta colaboración es que gran parte del sistema ya está probado. Track AI se basa en TensorFlow de Google, una plataforma de código abierto, y en la inteligencia artificial Huawei HiAi, presente en el microchip Kirin 980. Una vez que se le hace el análisis ocular a un niño, un smartphone con el Kirin 980 (Mate 20 o el nuevo P30) recibe los datos en tiempo real y, sin necesidad de una red Wi-Fi, los procesa al instante. Para ello se necesita una enorme “biblioteca” con información de miles de pacientes. Y esto ya ha comenzado a hacerse. En cinco países de tres continentes (China, México, Emiratos Árabes Unidos, España y Reino Unido), varios centros de investigación están trabajando con miles de niños, recopilando una gran cantidad de datos, imprescindibles para enseñarle a las redes neuronales del microchip qué debe buscar y dónde.
El hecho de crear esta biblioteca en diferentes países es una medida muy acertada. Se trata de que la IA aprenda de diferentes colores de ojos, piel, configuración del rostro, tamaño de la pupila y su visibilidad. Son numerosos los ejemplos de inteligencias artificiales que tienen ciertos problemas para diferenciar rostros masculinos o femeninos o hasta tienen prejuicios hacia diferentes razas. Y eso es algo que en este caso se está evitando desde el inicio.
La idea es que todo el sistema esté funcionando a finales de este año. El objetivo es realizar su implementación en 2020, lo que ayudará a los profesionales de la salud a diagnosticar y tratar las afecciones oculares en una etapa temprana. Y, lo mejor, desde cualquier lugar del mundo.
“Nos gustaría que se pudiera utilizar en sitios en los que es difícil recurrir a un oftalmólogo – concluye Ortín –. De hecho estamos estudiando en un futuro usarlo también para otras dolencias, no solo oftalmológicas, que se puedan detectar con un análisis ocular”.
Y este sería un avance de mucho peso. De acuerdo con la Academia Estadounidense de la Oftalmología, la diabetes, la presión arterial alta, las enfermedades autoinmunes, las enfermedades de transmisión sexual y varios tipos de tumores se encuentran entre las enfermedades que pueden detectarse durante un examen ocular.
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