Eduardo Osorio
Ediciones de Autor, 2019
Por Mateo ‘Almaniin
Esta novela se inscribe por derecho propio en una tradición literaria y lo hace en dos sentidos. Por una parte, la tradición literaria toluqueña no puede comprenderse sin el nombre y la figura de Eduardo Osorio, escritor con más de cuarenta años de trayectoria literaria, quien ha ganado prestigio nacional gracias a su vasta y constante obra, cofundador del Centro Toluqueño de Escritores y que además ha ejercido, en cierta medida, como el más reconocido formador de jóvenes creadores de su ciudad natal. Por el otro lado, La voz nocturna de Parral se enrola en ese amplio universo de historias que conforman al que, hasta hace poco, se ha ganado el derecho de ser considerado un género literario por sí mismo: el policial o la novela negra.
Periodista de profesión, Osorio reproduce y muestra todos los artefactos, los artilugios y recursos propios de un oficio ya de por sí complicado, sobre todo en los tiempos que corren y nos han tocado vivir; así construye y da forma a Arcadio Benhumea Mayorga, un detective, y hasta cierto punto alter ego del autor, un individuo que vive en el límite impuesto por las exigencias de una sociedad dividida entre el crimen y la corrupción, pero también por la justicia.
No me detendré en señalar aquí los rasgos característicos que moldean al clásico detective de casi toda novela policial, y de los que el propio Benhumea no queda exento: el policía alcohólico, esquizoide (para no llamarlo antisocial, que no es lo mismo), que evidencia sus dificultades para encajar en aquello que la sociedad se regodea en llamar “los buenos modos y costumbres”; el detective que nada a contracorriente, poniendo en duda la veracidad de los hechos que lo rodean y construyen la realidad; que encuentra un placer cuasi patológico en retar y desobedecer a todo y a todos, especialmente a Yrigoyen, su superior, quien, dicho sea de paso, se muestra reticente a aceptar las formas poco ortodoxas que tiene Benhumea de trabajar cada caso que le asigna, pero que no entorpece, pues muy a su pesar, siempre le dan los resultados deseados.