En México, el mariachi, el agua de jamaica y hasta las garnachas fritas poseen influencias africanas.
La raíz afro llegó a ser la segunda más numerosa en territorio nacional, después de la indígena; su latencia se puede hallar en frases, palabras y en la música popular, pero sobre todo en la comida. ¿Lo sabías?
Probablemente no, porque se habla y escribe poco al respecto: "No podríamos entender los sones ni el mariachi sin la población afro. Incluso el término 'chingar', de acuerdo con el investigador Rolando Pérez, tuvo su origen en la cultura bantú", afirma María Elisa Velázquez, doctora especializada en afrodescendencia y diversidad cultural de México.
Durante los 300 años de colonización, hombres, mujeres y niños pertenecientes a una gran diversidad de culturas africanas arribaron a tierras americanas: "Llegaron a partir de 1521, desde África Occidental, Central, Oriental y Angola", ahonda la especialista.
"Según datos de Aguirre Beltrán, durante el periodo colonial, africanos y afrodescendientes fueron la segunda población más importante en número después de las indígenas; los menos eran los europeos. Casi todos los mexicanos tenemos como segundo componente biológicamente importante el afro", detalla la doctora Velázquez. "Esto se explica por qué, en el territorio que hoy ocupa México, la población africana no fue segregada. Aquí hubo una convivencia continua, y muy pronto, generaciones de africanos libres".
A lo largo de la historia, la influencia de los intercambios entre indígenas y africanos fue paulatina, documenta Dora Elena Careaga, investigadora de la cultura afromexicana. Además de ingredientes, la población africana -forzada a migrar al Nuevo Mundo- trajo consigo técnicas y formas de comer.