Rusia afronta las negociaciones de seguridad con EE.UU. con una postura inamovible sobre la no injerencia de la OTAN en su patio trasero, especialmente Ucrania, y con la sensación de que sus resultados marcarán las relaciones con Occidente durante los próximos años.
"No haremos ninguna concesión", advirtió hoy Serguéi Riabkov, viceministro de Exteriores y negociador jefe ruso en las negociaciones con EEUU en Ginebra.
Para el Kremlin, nada ha cambiado desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, pidiera garantías de seguridad a Occidente a mediados de noviembre, cuando parecía que la invasión rusa de Ucrania era sólo cuestión de tiempo.
Si cabe, con el paso de las semanas lo que parecía una petición se ha convertido en demanda por escrito: Si no quieres que invada el país vecino, dame lo que quiero.
Rusia puso un alto precio a la coexistencia pacífica con EEUU. El tratado vinculante excluiría el emplazamiento de armas nucleares fuera de las fronteras de ambos países y el retorno a sus silos de las armas ya desplegadas.
Moscú y Washington deberían abstenerse de desplegar tropas y armamento en zonas que el otro país considere una amenaza para su seguridad nacional. Eso incluiría los vuelos de bombarderos estratégicos equipados con ojivas nucleares o armas convencionales y buques de superficie.
Washington tampoco podrá establecer bases militares en territorio de las antiguas repúblicas soviéticas y de aquellos países que no sean miembros del bloque euroatlántico, utilizar sus infraestructuras o desarrollar una cooperación militar con dichos Estados.
"Puedo decir que, por supuesto, estamos en cierta medida decepcionados por las señales que en los últimos días hemos recibido de Washington y también de Bruselas", dijo.