A fin de detectar en menores de edad enfermedades con mayor facilidad, científicos han desarrollado la The Smart Lollipop, un dispositivo basado en un caramelo que detecta enfermedades a través de una muestra de saliva.
“Queremos sustituir las analíticas siempre que sea posible y hacer un seguimiento de las patologías”, defiende Diana Ballart, una de las impulsoras.
Su funcionamiento es sencillo a ojos de un niño: tiene que comer un chupachups —”No tiene proteínas ni azúcar ni gluten”, concreta— sin tirar el palo que lo sustenta.
En él se recoge la muestra de saliva que se utilizará para detectar una patología a través de unos canales microfluídicos que determinarán un diagnóstico cuantitativo.
“Los resultados se digitalizan en un funcionamiento similar al de un test de embarazo o de antígenos”, resume Ballart. Para los menores, dice, es como hacer magia.
Los ensayos permiten de momento detectar hipercolesterolemia y celiaquía, pero el objetivo es añadir otra línea de diagnóstico para 2025.
Tras conseguir la máxima aprobación del jurado, el proyecto tiene pendientes los estudios clínicos en el ámbito hospitalario, previstos para principios de 2022.
“Ahora queremos perfilar las mejoras del sabor, y la mejora clínica”, insiste Ballarte, que busca una inversión privada de unos 250.000 euros para dar un empujón definitivo.
Las jornadas también ensalzaron la idea de Blapp, una aplicación terapéutica para problemas de logopedia basada en actividades digitales que forman parte de un mismo hilo narrativo.
“Es difícil ofrecer actualmente la terapia adecuada a los niños”, explica Alessandra Zoccali, logopeda de 47 años.
“En el sector privado, cada sesión es cara, y en el sector público no se ofrece ni la frecuencia ni el tiempo”.