Si has visitado el puerto de Veracruz, probablemente hayas visto alguno de esos triciclos que transportan hielo, jarabes y otros ingredientes por las calles, con el único objetivo de apaciguar el calor que sufren locales y visitantes.
Sabores con tradición
Como es común, el ingenio mexicano se une con la disponibilidad de ingredientes, para dar origen a combinaciones y sabores que se convierten en clásicos. Tal es el caso de las monjitas.
Se trata de una bebida llena de tradición y con un nombre muy original. Aunque no se sabe quién inventó la peculiar bebida, definitivamente se ha vuelto un infaltable en las preparaciones de los vendedores de raspados, al menos, en el malecón de Veracruz.
Como en cualquier otro raspado, lo primero y más importante es el hielo molido. Ya sea en máquinas o con el tradicional cepillo de metal, se raspa lo suficiente para llenar el vaso. Seguido de esto, se añade el jarabe, que en este caso es de rompope. Algunos vendedores lo preparan desde cero y muchos aseguran que no hay mejor sabor que el del rompope casero, aunque hay quienes le agregan embotellado o que lo modifican a su gusto.
De aquí es de donde nace el nombre de monjita, pues como es sabido, el rompope fue uno de los productos, ahora tradicionales, que salió de las cocinas conventuales y que era elaborado y vendido por las monjas, para sustento de múltiples iglesias.
Pero la cosa no acaba ahí, después del rompope, se le agrega leche evaporada y leche condensada, para hacer una mezcla dulce y cremosa. Se termina con un poco de canela en polvo y un par de galletas, el tipo, depende del vendedor.
La canela sobre la parte sobresaliente del hielo, puede llegar a parecer el velo color café que algunas monjas utilizan, un punto más para asociar la bebida con las religiosas.
Si visitas Veracruz, no dudes en probar este raspado típico, aunque también puedes prepararlo en casa o pedirselo a tu vendedor de confianza ahora que ya sabes cómo se prepara.
Fuente: El Universal