Durante 14 años, Jair sufrió las consecuencias de un accidente del que fue víctima cuando entrenaba para ser mejor policía, tibia y peroné de la pierna izquierda se fracturaron durante una caída, la herida se infectó y se le alojó una bacteria en los huesos, lo que no permitió que sanara.
El olor fétido que desprendía, el dolor, el cansancio de vivir cambiando vendas y gasas cada cuatro horas se complicaron cuando la bacteria que lo había mantenido en esa condición 14 años amenazó su vida, de pronto, recuerda, la decisión era solo una: Vivir dos años y morir completo, o amputarse la pierna.
Hace un año optó por la amputación, y su vida mejoró, ya no había dolor, incluso, a la semana de la operación, volvió a bailar cumbias con su compañera de vida.
“A veces me daba pena, tengo un taxi y los pasajeros me decían que olía feo, se oye mal, pero olía como a perro muerto, mi mujer trataba de animarme, pero yo sabía que era mi pierna”.
Para poder sobrevivir y mantener a su familia, solo obtuvo 80 por ciento de su salario al quedar pensionado por riesgo de trabajo, Jair aprendió a hacer de todo, es taxista, mecánico y por convicción, rescatista de perros en situación de abandono o maltrato.
Aprendió a manejar en estándar con una sola pierna, a tratar de llevar una vida normal por sus cinco hijos.
“No fue fácil, pero no había de otra, decidí quitarme la pierna, amo vivir. El médico me dijo ‘Es válido decir me quiero morir completo o te puedo amputar la pierna y vivir el resto de vida’. Gracias a Dios tomamos la mejor decisión y aquí estamos y llevo ya un año con una prótesis que me donaron la Junta de Asistencia Privada del Estado de México y la asociación Vamos a Ayudar”.
Hoy, Jair, sus cinco hijos, su esposa y sus seis perros, viven disfrutando del beneficio de una prótesis que le permite caminar sin dolor, sin preocupación, la bacteria que lo acechó 15 años ya no está, y a sus 41 años, sabe que recibió una segunda oportunidad de vida.