Do, Re, Mi, llegaban los músicos a la iglesia de La Merced. Fa, Sol, con instrumentos en mano y con imágenes de Santa Cecilia. La, Si, Do, lo hicieron para venerar a su Santa patrona.
El sol de mediodía calentaba el atrio, y tan pronto el reloj marcó las 12.00, el sonido de los camiones y del ajetreo citadino fue interrumpido por don Romualdo, quien tomo su saxofón, conectó el micrófono, y comenzó a tocar, en agradecimiento, con pasión y por devoción.
Mientras las notas preparaban el ambiente, decenas de músicos entraban con imágenes ataviadas en flores, de igual modo, colores brillantes que reflejaban su ánimo de fiesta y sus ganas de reconocer el talento que de sus manos y gargantas emana.
“La música, la pasión por la música, es algo con lo que se nace, porque se puede aprender, en la escuela te enseñan de cuestiones de métrica, a leer partituras, pero tocarlo así del corazón, es un don de nacimiento. En mi familia casi todos son músicos”, comentó don Romualdo, a quien en el medio artístico se le conoce como Romy, nombre con el que ha logrado grabar 10 discos, mismos que vende tres días a la semana en Los Portales mientras se desvive en su instrumento.
Desde pequeño, el hombre con alma joven pero de vista cansada, aprendió primero, a tocar la batería, después la guitarra, la marimba, la trompeta, el saxofón, el bajo, el acordeón, el xilófono y la armónica, por lo que siempre supo que qué quería ser de grande, y hoy, las notas musicales son su lenguaje, el más afable, reconoce.
En el día de Santa Cecilia, para él es un gran honor que haya una patrona que los proteja, que ve sus necesidades y aboga por ellos para que tengan trabajo.
Como Romy, decenas de músicos se reunieron en La Merced para agradecer y celebrar que hay trabajo, pasión y salud para seguir llenando de vida y bandas sonoras los momentos cotidianos.
Algunos tocarán en un bar, otros en fiestas, algunos más en las calles y también hay quienes han podido ofrecer conciertos, pero para todos, la música es el lenguaje universal que calienta corazones en los momentos más agrios y fríos, o que los acompaña para vivir la cotidianidad de la felicidad.