Karen, una orangutana conocida por haber sido la primera en someterse a una operación a corazón abierto en 1994, ha vuelto a ser noticia: hoy figura en la lista de los primeros grandes simios que han recibido una vacuna contra el COVID-19.
En febrero, Karen, otros tres orangutanes y cinco bonobos del zoológico de San Diego recibieron dos dosis de una vacuna experimental para animales, la cual fue desarrollada por una empresa farmacéutica veterinaria llamada Zoetis, afirma Nadine Lamberski, Directora de conservación y salud de fauna en la San Diego Zoo Wildlife Alliance.
Sin embargo, Zoetis aclara que la vacuna no fue diseñada ni probada en humanos y solo puede ser usada en animales. “Esto no es lo que suele pasar. Es la primera vez que tengo acceso a una vacuna experimental tan pronto y siento tanta necesidad de aplicarla”, expresa.
Este hito se debe a que, en enero, ocho gorilas del San Diego Zoo Safari Park se convirtieron en los primeros grandes simios que dieron positivo a COVID-19 en todo el mundo. Winston, un espalda plateada de 49 años, sufrió de cardiopatía y neumonía, pero tras un tratamiento experimental con anticuerpos, ya está recuperándose, al igual que los otros primates.
A nivel mundial, se han confirmado contagios también en tigres, leones, visones, leopardos de las nieves, pumas, un hurón, perros y gatos domésticos, pero el hecho de que los grandes simios sean susceptibles al virus SARS-CoV-2 es mucho más preocupante. Quedan menos de 5.000 gorilas en el medio natural y, como son muy unidos con los miembros de su familia, los investigadores temen que, si uno contrae el virus, la enfermedad se propague rápidamente y que amenace a poblaciones que ya han disminuido considerablemente.
A más de un año de que comenzó la pandemia, se sabe poco sobre cómo afecta el virus a los animales. En muchos casos, la comunidad veterinaria solo dispone de datos limitados y debe hacer especulaciones a partir de casos individuales y brotes esporádicos en algunas especies.
Después de que el primer perro diera positivo, en febrero del 2020 en Hong Kong, la empresa farmacéutica veterinaria Zoetis comenzó a desarrollar una vacuna contra el coronavirus para perros y gatos. En octubre, pudieron afirmar que era segura y eficaz en ambas especies.
Cuando el grupo de gorilas del parque de safari dio positivo en enero, Lamberski ya se encontraba en conversaciones con Zoetis sobre el desarrollo de la vacuna. Si bien la vacuna solo se había probado en perros y gatos, consideró que valía la pena correr el riesgo. Junto con su equipo, está a cargo de 13 gorilas (contando los del safari y el zoo), ocho bonobos y cinco orangutanes, y todos son susceptibles de contraer la enfermedad.
Además, los animales pasan gran parte del tiempo en espacios cerrados donde es más probable que se contagien. Así pues, en febrero, los expertos vacunaron a nueve de los grandes simios del Zoo de San Diego, que se convirtieron en los primeros primates no humanos en recibir una vacuna contra la COVID-19 en Estados Unidos.
Lamberski afirma que los simios no han tenido reacciones adversas y se encuentran bien. Pronto se conocerá si la orangutana Karen y uno de los bonobos han desarrollado anticuerpos, cuya presencia indicaría que la vacuna habría sido eficaz. Y se aplicarán las tres dosis que quedan a los bonobos y a uno de los gorilas del zoo que no contrajo el virus. Cabe mencionar que, el grupo vive en el parque de safari.
Evaluar los riesgos
La eficacia de la vacuna en simios era incierta y no había forma de saber si los animales tendrían o no reacciones adversas. Aunque las vacunas siempre suponen riesgos en todas las especies, Lamberski explica que “no se trata de tomar una vacuna al azar y dársela a una especie nueva. Se piensa y se investiga mucho; qué riesgos hay al hacerlo y cuáles existen por no hacerlo. Nuestro principal objetivo es no ocasionar daños”.
Es común aplicar en una especie una vacuna que ha sido probada y desarrollada para otra, señalan Lamberski y Mahesh Kumar, Vicepresidente de biología global en Zoetis. Eso se debe a que las vacunas se fabrican para un patógeno específico, no una especie en concreto. “Normalmente, en leones y tigres, utilizamos vacunas diseñadas con perros y gatos”, afirma Lamberski, y los simios del zoo reciben las vacunas contra la gripe y el sarampión que se usan en humanos.
Que una vacuna sea apta para una especie determinada depende de las pruebas de seguridad. Asimismo, la eficacia depende de los adyuvantes añadidos (las sustancias que ayudan al cuerpo a producir anticuerpos contra un virus). Los adyuvantes son fundamentales para que el cuerpo acepte la vacuna y varían según la especie.
Kumar afirma que esta vacuna experimental funciona de forma similar a la vacuna para humanos de Novavax, cuyos ensayos están en las últimas fases. En lugar de utilizar un virus vivo, emplea proteínas de la espícula sintética para desencadenar los mismos anticuerpos que promovería el virus.
Los datos de Zoetis revelan que los gatos y los perros de los ensayos mostraron una importante respuesta inmunitaria, pero se desconoce si alcanza para prevenir la infección. Kumar señala que es necesario hacer una investigación más exhaustiva.
Por otro lado, Christina Lood, portavoz de Zoetis, afirma que otros zoos estadounidenses también han solicitado dosis de la vacuna para sus grandes simios y la empresa prevé que para junio habrá más. Lamberski dice que, a medida que haya más simios vacunados y más datos, sabremos más sobre la eficacia de la vacuna en estos animales.
Agrega que han compartido toda la información que conocen hasta la fecha con otros veterinarios de zoos de Estados Unidos, así como con el equipo veterinario del Zoo de Praga, en la República Checa, donde un gorila y dos leones dieron positivo a COVID-19 a principios de esta semana.
Zoetis también está probando la vacuna en visones y solicitará la autorización comercial cuando finalicen los ensayos. (En las granjas peleteras de Estados Unidos, han muerto unos 12.000 visones por COVID-19 y se cree que, en algunos casos, han transmitido el virus a humanos).
La recuperación de los gorilas
Cuando se hayan cumplido los 60 a 90 días posteriores a la infección, la San Diego Zoo Wildlife Alliance planea vacunar al grupo de gorilas del parque de safari. Lamberski afirma que, a la larga, considerarán vacunar también a los grandes felinos.
Según Lamberski, los gorilas habían contraído el virus de un empleado que previamente había dado positivo. Todos los miembros del grupo tuvieron síntomas tanto leves (goteo nasal y tos esporádica) como graves (tos constante, pérdida de apetito y letargo).
“Enseguida sonaron las alarmas. Se trata de un grupo de ocho animales”, afirma. Su equipo se comunicó con colegas que trataban a pacientes humanos para averiguar qué opciones tenían. “Tienes que plantearte todos los escenarios posibles, desde no intervenir y dejar que todo siga su curso, hasta qué pasaría si hubiera que intubar y ventilar a un animal”.
En el caso de Winston, la espalda plateada que desarrolló neumonía y cardiopatías como arritmia grave, no está claro si el virus exacerbó una enfermedad preexistente (las cardiopatías son comunes en gorilas geriátricos) o si provocó sus síntomas. De cualquier modo, Lamberski estaba muy consternada. “Él mantiene al grupo unido. Su pérdida sería trágica”, comenta.
Luego de tratarlo con anticuerpos monoclonales —que no se tomaron de la cadena de suministro para los humanos—, el animal presentó mejoras, pero no está claro hasta qué punto el tratamiento ha sido efectivo.
“¡Bienvenidos a la medicina veterinaria zoológica! Esa es la historia de nuestro trabajo. Nunca sabemos si hemos ayudado al animal o si simplemente ha mejorado”, expresa Lamberski.