El 26 de abril de 1986 marcó un antes y un después en la historia de Ucrania, cuando el peor accidente nuclear jamás registrado tuvo lugar en la ciudad de Pripyat y su central. Aquel día, el reactor número 4 explotó durante una prueba de simulación de corte del suministro eléctrico, lo cual provocó una tragedia que, hasta la fecha, tiene consecuencias.
Casi cuatro décadas después de lo ocurrido, los seres humanos se mantienen alejados de Chernóbil; sin embargo, la fauna silvestre ha encontrado un sitio donde refugiarse.
Hoy en día, animales como lobos, caballos, aves, bicontes, alces, ranas y perros deambulan libremente entre los edificios de hormigón en ruinas y los bosques circundantes. Y es que para sorpresa de muchos, este territorio contaminado se convirtió en una de las mayores reservas naturales de Europa.
Precisamente, en la actualidad está ocurriendo algo curioso con los caninos que habitan este sitio, pues según un reciente estudio elaborado por un equipo internacional de investigadores, el terrible desastre nuclear antes mencionado pudo haber afectado el ADN de la especie a lo largo de los últimos años debido a la exposición de dosis bajas de radiación.
En ese sentido, los expertos están tratando de resolver si los ejemplares continúan absorbiendo pequeñas cantidades de radiación a niveles apenas nocivos, o si heredaron diferencias observadas de generaciones anteriores que atestiguaron la explosión.
Para ello, analizaron muestras de sangre de perros en Chernóbil entre 2017 y 2019, situación que les ayudó a estudiar genéticamente un total de 302 especímenes pertenecientes a personas que vivieron dentro de la propia central, así como en aquellas zonas situadas a 15 y 45 kilómetros del origen de la catástrofe.
Los resultados fueron claros, pues sólo con observar el ADN, los científicos confirmaron que los perros que habitan esta área son genéticamente diferentes a otros que viven en otras partes del planeta.
“La población de perros actual en Chernóbil contiene 15 estructuras familiares complejas, que son únicas en comparación a otros criados en libertad en Europa del Este, Asia y Oriente Medio”, señaló Elaine Ostrander, autora principal del estudio.
“Creo que lo más destacable de nuestro trabajo es que identificamos manadas que viven dentro y a la sombra del reactor, y podemos saber cuáles son esos perros con sólo consultar su perfil de ADN”, concluyó.