En días recientes, han circulado en las redes sociales de todo el mundo imágenes de perros tatuados con diseños coloridos en todo el cuerpo. Como era de esperarse, las imágenes causaron indignación entre muchos usuarios, señalando el dolor que, seguramente, conlleva este proceso para los animales.
A raíz de esta polémica, muchos cibernautas aseguraron que, en realidad, las imágenes se tratan de ediciones digitales o que, simplemente, son antiguas. Sin embargo, el debate ya había comenzado y la pregunta fue: ¿Tatuar a las mascotas puede ser considerada como una nueva forma de maltrato animal?
Uno de los ejemplos más famosos fue el caso de un hombre oriundo de Carolina del Norte, Estados Unidos, quien fue criticado fuertemente tras compartir la imagen donde presumía haber tatuado el abdomen de su perra de raza Pitbull de cinco meses de edad. Aunque el sujeto, de nombre Ernesto Rodríguez, fue tachado por muchos de haber cometido un acto de crueldad animal, él se defendió argumentando que el tatuaje puede servir como una especie de identificación, similar a la de los animales que habitan en granjas.
“Duchess”, la mascota tatuada, supuestamente fue anestesiada durante el proceso y no sufrió ningún tipo de dolor, según Rodríguez. Actualmente, este hombre enfrenta una investigación; sin embargo, no se le pueden levantar cargos por maltrato o crueldad animal, ya que la mascota no mostró ningún signo de haber sentido dolor y ninguna parte de su cuerpo fue mutilada.
Aunque a primera vista este tipo de acciones pueden parecer sólo una extravagancia de los dueños, existen posturas que defienden los tatuajes discretos en mascotas para poder identificarlas.
La asociación de protección a los animales PETA acepta que estos sean tatuados con el único propósito de identificarlos y evitar malos tratos en su contra, mientras que el Registro Nacional Canino de Estados Unidos recomienda plasmar sobre la piel de la mascota un número visible para, así, facilitar el proceso de identificación.
En México, la Federación Canófila Mexicana permite emitir un código numérico para identificar a cualquier perro, siempre y cuando este cuente con pedigrí, de tal forma que tatuarlo podría ayudar a evitar falsificaciones y, además, servir como prueba de propiedad ante posibles casos de robo o secuestro.