Acompañado de su mascota, un mono de peluche, un organillero recorre las calles de Toluca en busca del sustento del día.
El organillo suena a través de un grupo de tubos portátiles y un sistema mecánico de relojería accionado por el organillero, mientras uno de sus compañeros pasa a un costado de los autos que detienen su camino en cada semáforo en rojo, para así recolectar unas monedas y subsistir, pero también para no dejar morir esta tradición del país.