María del Pilar Roldán, originaria del Estado de México, hizo historia el 20 de octubre de 1968 al convertirse en la primera mujer mexicana en ganar una medalla olímpica. En los Juegos Olímpicos de México 1968, Roldán se llevó la plata en la modalidad de florete individual en esgrima, marcando un antes y un después en el deporte mexicano y convirtiéndose en un ícono para las futuras generaciones de mujeres deportistas.
Antes de esta gesta, Roldán ya había competido en los Juegos Olímpicos de 1955 y 1960, destacando también como la primera mujer en ser abanderada de la delegación mexicana durante la ceremonia de apertura en Roma. Aunque en 1964 no fue seleccionada para los Juegos Olímpicos de Tokio, su retorno en 1968 la consolidó como una leyenda del deporte nacional.
Su dominio en el florete no solo la llevó al podio olímpico, sino que también fue campeona en los Juegos Panamericanos de 1959 y 1967. Además, participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, lo que consolidó su estatus como una de las mejores esgrimistas de su época.
El enfrentamiento que la llevó al podio fue contra la húngara Ildikó Rejtő-Ujlaky-Sági, en la histórica Sala de Armas de la Ciudad Deportiva, donde Roldán demostró su maestría en el florete. Este triunfo la inmortalizó en la historia del deporte mexicano.