En el marco de su cumpleaños 53, el medallista olímpico Carlos Alejandro Mercenario Carbajal recordó el camino que debió recorrer y la emoción al alcanzar la presea de plata en los Juegos Olímpicos Barcelona 1992.
El exdeportista inició su vida atlética como recomendación médica, ya que era un niño muy inquieto. Fue esa cualidad la que lo llevó a colarse al Centro Deportivo Olímpico Mexicano y practicar waterpolo.
“Entré por una cuestión casual. En ese entonces vivía cerca del Centro Olímpico Mexicano y me metía con mis amigos a jugar; pensábamos que era como un club; a veces a la alberca, a veces a la pista, en gimnasia por los catres; y cuando se daban cuenta, nos corrían. Entonces algún profesor nos vio y se dio cuenta de que queríamos hacer deporte; nos explicó que teníamos que volver con nuestros padres y obtener una acreditación. Inicié en el waterpolo”, platicó.
Poco después de su incursión, el equipo infantil de polo acuático se desintegró, por lo que probó fortuna en el atletismo, en carreras y marcha. Fue entonces cuando alguien le comentó que tenía aptitudes para la segunda: “Cuando me enteré de que los campeones del mundo lo eran tanto en 20 como en 50 kilómetros, me sentí muy sorprendido y pensé, 'aunque soy un niño, estoy en un deporte en el que México es campeón. Yo aquí me quedó’”, expresó.
Esto sucedió entre los años 1980 y 81, cuando debutó en una competencia infantil de tres kilómetros, de la que cuenta una anécdota chusca: “Mis amigos me engañaron; me dijeron ‘tú dale duro, son tres kilómetros’; yo no tenía experiencia, ellos eran de 10 kilómetros, y me dije 'estos deben de saber'; les hice caso y me iba ahogando, pues, aunque infantil, se trataba de una competencia internacional; la contienda entre México y Venezuela, y gané por un segundo. Llegué ahogado y a los brazos de mis amigos, que se estaban riendo. Me emocioné porque, en vez de decir mi nombre, estaban diciendo “México”, y eso me hizo sentir algo especial. No sabía que estaba por venir”, recordó.
Ese fue el comienzo de una gran carrera que tuvo su punto de inflexión cuando, con 19 años, pensó seriamente en el retiro, luego de que en el Primer Campeonato Mundial de Atletismo, en Atenas, tuvo un gran revés. Carlos pensaba que, al entrenar con los mejores del mundo en los 20 kilómetros, podría fácilmente llevarse esa competencia de 10 km, pero se dio cuenta de que no era así; por eso decidió dedicarse al cien por ciento a esta disciplina, que más adelante le trajo muchas recompensas.
“En mi primer año en 20 kilómetros empecé a tener buenos resultados; no de un día para otro, pero cuando recién cumplí 20 años, salí hacia la primera Copa del Mundo. Y cuál va siendo mi sorpresa, ¡que la gano! Fue una cosa excepcional; con un tiempo de 1:19:24, que es una marca decente. Ahí empezó todo”, puntualizó.
Después de su primera participación en una magna justa, Seúl 1988, Carlos continuó su camino en los 20 km, ya con la marca que lo clasificó a Barcelona 1992. Durante un campamento en Bolivia, los entrenadores nacionales Jerzy Hausleber y José Alvarado Sánchez le informaron que lo cambiarían a los 50 kilómetros, porque eran varios los andarínes destacados y tendrían que repartir los lugares.
“Después entendí que eso fue un acierto. Cuando gané mi primera Copa del Mundo en San José California, con un tiempo de 3:42-03, y se quedó como mi mejor marca, fue el momento en que se decidió que en Barcelona yo iría en 50 km”, señaló el medallista olímpico.
Con poca experiencia en la distancia más larga del atletismo en el calendario olímpico, pero con una preparación perfectamente diseñada, en la que se cuidó hasta el más mínimo detalle, Carlos Mercenario llegó a su segunda cita olímpica, en la que todos esperaban presea por parte de algún mexicano. Y esta llegó sólo por su conducto.
“Todos estaban a la expectativa de los 50 km, y la verdad es que sí, mentiría si dijera que no había una gran presión. Hoy lo digo con mucho conocimiento; además de estar preparado físicamente, también lo estaba mentalmente; me atrevo a decir que un atleta que no tenga la preparación mental necesaria, aun teniendo una óptima preparación física, no puede con el compromiso de unos Juegos Olímpicos”, sentenció.
El ex andarín comentó que, luego de un extenso campamento en Bolivia, el equipo mexicano de 50 kilómetros llegó a Barcelona una semana antes de la prueba: “Primero, todo el nervio. Cuando llegamos, una semana antes, me dio diarrea. Pensé que era el cambio de alimentación. Ahora que el tiempo pasó, digo eran los nervios. Después de eso, todo bien; tuvimos una preparación impresionante. Conforme se acerca el día, te pones nervioso, pero ya quieres que suceda".
“Cuando voltee, ya estaba en la línea de salida con todos los competidores: los rusos, italianos, los anfitriones españoles, que eran fuertes, el polaco, todos. Cuando empieza eso dices 'ya estoy acá'. Los narradores españoles decían que esos Juegos Olímpicos se ganarían en cuatro horas. Vas por una presea, no por una marca. Y se ganó con 3:50; yo hice 3:51. Se caminó mucho más rápido de lo esperado; fue una prueba muy demandante; pero sobre todo, con un manejo de emociones”, indicó el marchista.
Carlos Mercenario aseguró que para esa instancia es vital estar cien por ciento concentrado en el aspecto mental, sobre todo para una distancia tan demandante como los 50 kilómetros, y recuerda que él pensaba “has invertido mucho tiempo, haz que valga la pena”.
“Cuando vas acercándote a la meta, empiezas a recordar todos los momentos difíciles; físicamente quieres que termine, pero emocionalmente dices ‘no, no quiero que termine este momento’. Creo que si tienes que dar una vuelta, y luego te dicen que debes dar otras tres, sin problemas te la das. El estadio estaba repleto, no sé cuántos espectadores”, rememoró el exatleta.
Acerca de la competencia, Mercenario Carbajal detalló que fue una muy complicada. Quiso pelear el primer lugar, pero, a la altura del kilómetro 42, el ruso se despegó en el momento en que él se abasteció. Como estrategia, decidió dejarlo ir y mantenerse en la disputa del segundo lugar contra el polaco, quien a la postre fue descalificado. El ex marchista señala que, durante ese momento, no pensaba en las preseas olímpicas; fue hasta que entró en el estadio, cuando el ruso ya estaba cruzando la meta, que él se dispuso a recorrer los últimos metros de la más grande competencia de su vida.
“Cuando entré al estadio para dar la vuelta final, me cayó el veinte. Sientes emociones encontradas. Dices 'cruzo la meta y me voy a acostar, voy a tirarme, a caerme, a descansar en el suelo'; físicamente sientes eso, pero cuando vas marchando en los últimos metros y ves a toda esa gente que te está ovacionando, dices 'quiero que esto se prolongue'”, apuntó.
“Cuando me acercaba a la meta, en los últimos pasos, vi una bandera de México. Cerré los ojos unos segundos y al abrirlos, me dí cuenta de que quienes agitaban la bandera eran mi familia. Ahí se me salieron las lágrimas, que no se veían confundidas con el sudor”, puntualizó el único medallista olímpico de México en Barcelona 1992.