El antropólogo y filósofo español Santiago Beruete (Pamplona, 1961) lleva años haciéndose varias preguntas sobre la vida y la existencia, esto lo hace, muchas veces, mientras cultiva su jardín. La respuesta es tan compleja que germinó en una tesis doctoral y dos ensayos filosóficos: "Jardinosofía: una historia filosófica de los jardines" (2016) y "Verdolatría: la naturaleza nos enseña a ser humanos" (2018).
"La 'jardinosofía' es una especie de terapia filosófica", responde Beruete: "Una manera de practicar las viejas aspiraciones de la filosofía de forma práctica: hacer filosofía con las manos".
El escritor también dice que es "una forma de practicar la paciencia y otras muchas virtudes asociadas a la plenitud, como la perseverancia, la constancia o la humildad, el esfuerzo o la tenacidad", que nos inducen "a otros tipos de compromisos con la tierra y con la sociedad".
Así, cultivar un huerto acaba teniendo una dimensión social y política, sostiene.
El filósofo cuenta que "en nuestras sociedades urbanas estamos siempre muy pendientes de otras cosas que no sean la contemplación de un ser vivo (como las plantas)" y que hacerlo "nos invita a empatizar".
"Yo no sé cuál es la fórmula de la felicidad, pero sí sé que estos ingredientes, estos valores implícitos a la tarea de trabajar la tierra, forman parte de la buena vida".
El concepto es amplio: puede ser un gran jardín o un huerto, pero también el cuidado de una maceta en tu casa.
Aunque asegura que hay una óptica oscura que tiene que ver con la dominación y el poder de la tierra e incluso crueldad, que le parece importante para entender nuestra "relación ambivalente con la naturaleza".
En sus ensayos filosóficos, Beruete expone la "contradictoria relación que tenemos con la naturaleza".
"Veneramos la naturaleza, pero estamos en guerra con ella", dice cuando le pregunto por esa contradicción.
"A quienes vivimos en sociedades avanzadas -o supuestamente avanzadas- nos fascina lo verde, pero participamos activamente en su destrucción. Es una relación ambivalente".
"Nosotros sabemos en nuestro interior que no somos dueños del planeta", dice Beruete. "Pero como estamos continuamente consumiendo más recursos de los que disponemos, nos comportamos con una temeridad irracional".
Beruete lo resume con estas palabras: "Somos conscientes de que el crecimiento económico no puede ser ilimitado, pero no queremos vivir por debajo de nuestras posibilidades".
Para combatirla, propone construir "otra cultura de la biosfera, otra conciencia ética, otra mentalidad", aunque admite que lo encuentra difícil "porque muchas veces nos resistimos a lo que supondría asumir estas lecciones".
Sin embargo, cree que las nuevas generaciones reflejan un cambio positivo y apuntan hacia un cambio moral en el que la educación es "la palanca".
"Las nuevas generaciones empiezan a ser cada vez más conscientes de que les va a tocar pagar los excesos y la mala gestión de las generaciones anteriores".
"Doy clases a chicos y chicas de 17 y 18 años. y es un tema continuo. Mis alumnos son los 'hermanos' de Greta Thunberg, se sienten muy identificados con ella. Y me parece que hay muchas 'gretas' repartidas por el mundo y gente valiosísima de las nuevas generaciones con menos prejuicios que nosotros".