Muy lejos de donde fundó su reino en la antigua Macedonia, arqueólogos encontraron un pequeño retrato de bronce de Alejandro Magno en una isla de Dinamarca. Sin embargo, en Escandinavia, lugar donde los vikingos marcan la historia y los relatos épicos, hallar el rostro de aquel conquistador resulta toda una rareza y plantea varias interrogantes sobre cómo llegó esta pieza hasta ese lugar.
De acuerdo con Finn Ibsen y Lars Danielse, los encargados del descubrimiento, éste tuvo lugar en un campo a las afueras de la ciudad de Ringsted, mientras paseaban con un detector de metal.
Al desenterrar la pequeña pieza, de apenas 2.7 centímetros, los arqueólogos recién egresados no tenían idea de quién era el personaje representado en el grabado, por lo que decidieron entregarlo al Museo de Zelanda Occidental, para que los expertos pudieran revelar más detalles sobre él.
Tras una serie de análisis, Freerk Oldenburger, científico ilustrador del inmueble, explicó que el inusual retrato de Alejandro Magno está fundido en una aleación de bronce y plomo, y en su momento pudo fungir como disco decorativo para un escudo o el soporte de una espada.
“La imagen muestra el rostro del rey con el pelo ondulado en la parte superior y cuernos de carnero retorcidos en las mejillas. Es difícil bajar los brazos de la emoción ante este pequeño disco de bronce que muestra que incluso los objetos arqueológicos más pequeños pueden esconder historias absolutamente increíbles”, señaló.
Respecto a la antigüedad del bien, Oldenburger lo data en torno al año 200 d.C., periodo en el que gobernó el temido emperador Caracalla, quien se asumió como la reencarnación de Alejandro Magno.