El mito del mejor futbolista argentino de la historia aparece en libros, canciones, películas y obras artísticas.
Diego Armando Maradona fue mucho más que sólo un jugador de fútbol: era una estrella pop. Calles, iglesias, estadios y ríos llevan su nombre; inspiró decenas de canciones, libros y películas; Dolce & Gabbana hizo desfilar su camiseta por pasarelas de la alta costura; su busto fue reproducido en estatuas, murales, camisetas, chapas, banderas y en casi cualquier objeto imaginable.
La fama mundial de Maradona llegó a ser tan grande desde finales de los ochenta que se convirtió en un ícono cultural poderoso y universal. Todos podían ver los rasgos humanos en un personaje que era divino en la cancha, pero llevaba su origen plebeyo como bandera. Los muros y las canciones lo glorificaron como el mejor jugador del mundo; los libros y los documentales lo mostraron como uno de los más crueles y contradictorios. El legado cultural que hereda muestra todas sus caras: talentoso y violento, valiente y cobarde, grandilocuente y vulnerable.
La banda sonora de Maradona
Desde su patria, Andrés Calamaro cantó que el rey del fútbol no era “una persona cualquiera” sino alguien con “el don celestial de tratar muy bien al balón”; “Es verdad que el Diego es lo más grande que hay, es nuestra religión, nuestra identidad”, le cantó la banda de rock argentina Ratones Paranoicos. En el tango, su nombre se convirtió en verbo en las canciones de Quinteto Negro La Boca: “Maradoneando esquiva el dolor de un país en penumbra”; y Terminal Tango le pidió que fuera eterno: “No te mueras nunca, Diego Armando, si estás clavado en mi pecho”.
Los goles de Maradona también inspiraron canciones en el resto del mundo. Mano Negra le dedicó un rezo: “Santa Maradona, priez pour moi”; y luego La vida Tómbola de Manu Chao glorificó su rebeldía; Joaquín Sabina le dedicó unos versos sobre su paso por el Boca Juniors en Dieguitos y Mafaldas, y el italiano Pino Daniele lo llamó el “mago con il pallone.
Maradona en el cine
Los documentales hicieron del jugador un ser humano, con convicciones políticas explosivas y dramas personales profundos. “Si no hubiera sido un jugador de fútbol, se habría convertido en un famoso revolucionario’', dice el cineasta serbio Emir Kusturica al inicio de su documental del 2008 sobre el 10, en el que Maradona comparte sus opiniones acerca del imperialismo gringo y su admiración por los íconos de la Revolución Cubana.
El documental del año pasado de Asif Kapadia, Maradona, se enfoca en un solo momento: la llegada del jugador argentino para levantar la imagen del fútbol en el sur de Italia, después de su rápido paso por el Boca Juniors y el Barcelona. El documental de Kapadia enmarca ese momento a finales de los ochenta, cuando Maradona pasó a convertirse en invencible y vulnerable, las dos caras más crueles de la fama que alcanzó.
“La mano de Dios” en la ficción
Maradona se convirtió además en una figura de ficción, un personaje con contornos míticos. Eduardo Galeano lo describió como “más humano que los dioses”; para Mario Benedetti, quien le dedicó el poema Hoy tu tiempo es real, su fútbol fue “la única prueba fiable de la existencia de Dios”. Me van a tener que disculpar es el título de un cuento de Eduardo Sacheri donde explica ese no-tiempo donde sucedió el gol mítico de Maradona. El fútbol del Pelusa, como bálsamo y depósito de esperanza para la Argentina maltrecha de los ochenta, también aparece en otro cuento, de Osvaldo Soriano.
El Diego soy yo
Las biografías y los libros hagiográficos sobre el astro argentino se cuentan por puñados, incluso firmados por el propio Maradona, quien nunca esquivó la construcción de su halo heroico. En Yo soy Diego (2016), cuenta la anécdota que le dijo su entrenador antes de saltar al campo para debutar a los 16 años con Argentinos Juniors. El niño maravilla salido de una villa también fue inmortalizado en los considerados géneros menores de la literatura; cómics como La mano de Dios: Diego Armando Maradona, del italiano Paolo Cataldi, repasan su ascenso mitológico en Nápoles, mientras que el argentino Pablo Martinena llevó a cabo una biografía en viñetas: La mano de Dios.
Las mandíbulas apretadas por la tensión, los rulos oscuros de su pelo cubriendo las orejas y la mirada clavada en el horizonte, como anticipando el destino de la batalla. La foto de Diego Armando Maradona escuchando sobre el césped el himno argentino durante el mundial del 86 en México lo ha convertido ya en uno de los mitos latinoamericanos con mayor impacto en la cultura popular.