Con casi 45 mil metros cuadrados de espacio, 12 salas y 100 mil artefactos, el Gran Museo Egipcio (GEM) está preparando la exposición más ambiciosa sobre los tesoros de Tutankamón, el faraón más famoso de la historia.
Desde la distancia, el GEM es vasto, postmoderno y tan inmenso que es difícil de asimilar. En tanto, su silueta es prominente, similar a la proa de un enorme buque que encalló en el desierto.
De cerca, el exterior se encuentra cubierto con motivos de pirámides, que hacen referencia a las edificaciones de Guiza. Sí, el diseño podría desorientar, pero el mensaje es claro: este museo es digno de un faraón.
Una vez dentro, partiendo del atrio central, una amplia escalinata alineada con estatuas de monarcas egipcios asciende a las 12 salas de exhibición. Dos de ellas están destinadas por completo a Tutankamón y mostrarán, por primera vez en la historia, casi todos los objetos que se descubrieron en la tumba del también llamado rey Tut.
Entre los objetos que conforman la valiosa colección destaca la presencia de 30 ataúdes pintados en la ciudad egipcia de Luxor; 40 momias en Tuna el-Yebel; 250 sarcófagos de madera pintados; 150 estatuillas de bronce; y esculturas con forma de gatos, cocodrilos e ibis (especie de ave).
Sin embargo, la atracción principal de la muestra es sin lugar a dudas la momia de Tutankamón, resguardada en caja de cristal con clima controlado. Por su parte, el rostro, marchito debido al paso de los años, dista de la máscara funeraria de oro que alguna vez portó.
“Tutankamón estaría satisfecho con cómo se ha desarrollado su saga. En el curso de un siglo no se ha repetido el nombre de ningún otro faraón tanto como el suyo. El rey niño vivirá por siempre en nuestra imaginación”, señaló Atef Moftah, director del Gran Museo Egipcio.
